Dos pechos para bizquear
Se les ve en la cara. No quieren ser hormigas. No quieren conformarse con asomar la cabeza desde esos dos agujeros que Pablo Motos, el presentador del programa, tiene ante su mesa. Trancas y Barrancas bizquean de deseo cuando ella, sonriente y como un rayo de luz, aparece en el programa. Y eso que Trancas y Barrancas pertenecen a la clase animal de los insectos. Vale que lo son de peluche, sí; pero insecto al fin y al cabo. Imagina por un momento lo que podría suceder si Trancas y Barrancas, en lugar de ser dos simpáticas e ingeniosas hormigas, fueran mamíferos. Si eso fuera así, sus bocas saldrían a buen seguro disparadas desde su madriguera en busca del maná mamario que Anna Simon parece atesorar en sus pechos.
Esplendorosas tetas, las de Anna Simon. Magníficos pechos. Exuberantes senos que apenas pueden ser recogidos por las blusas que en más de una ocasión acostumbra a lucir esta periodista catalana que este año cumplirá los 33 años y que también a nosotros nos ha hecho bizquear de deseo cuando la hemos visto en programas como Estas no son las noticias, Tú sí que vales, Tu cara me suena o El hormiguero.
El físico espectacular de Anna Simon hace que no pueda pasar desapercibida en escenario alguno. Ya no son sólo sus pechos enormes. Es también su larga melena rubia (vale que teñida, pero llamativa al fin y al cabo), sus ojos azulones, sus piernas inacabables (¡qué bien lucían en Tu cara me suena cuando imitaba a cantantes como Kylie Minogue, Lady Gaga o Madonna!), su sonrisa siempre luminosa. Anna Simon siempre aporta un toque risueño, una frescura que nos reconcilia con la vida. Reconciliados con ella, podemos entregarnos libremente a la delicia de imaginar a Anna Simon desnuda, irradiando una alegría y ganas de vivir casi adolescente.
Es imaginar a Anna Simon desnuda y sentir el deseo casi incontenible de ir contando, hasta hacer un exhaustivo inventario, cada uno de los lunares que salpican el cuello e, imaginamos, otras partes más íntimas de su geografía corporal.
Y es que hay personas que, en nuestra imaginación, cuando las imaginamos follando, adquieren un tono metafísico, casi trágico. En esas personas intuimos un sentido trascendental del sexo, una manera de entender la jodienda casi filosófica. Esas personas pueden levantar toda una teoría alrededor del acto de una mamada. Esas personas pueden convertir un cunnilingus en una especie de comunión con las altas esferas de la divinidad y la energía universal. A Anna Simon somos incapaces de imaginarla así. Pensamos en Anna Simón follando y pensamos en una fiesta, en un juego, en un parque de atracciones en el que sólo importan la diversión, la risa y el placer. Pensamos en Anna Simón desnuda y follando y pensamos en la normalización absoluta de la dicha, en el optimismo más desatado salpicándolo todo.
Tampoco podría ser de otro modo. ¿Cómo pensar en trascendencias, filosofías y teorías erótico-cosmogónicas cuando se sueña con las hechuras de Anna Simon colocadas encima nuestro, cabalgándonos, ofreciendo a nuestra vista el baile afrodisíaco y temblón de sus tetas? ¿Cómo pensar en metafísicas cuando soñamos a Anna Simon adoptando la postura del perrito, sus pechos colgando, ofreciéndose al sostén de nuestras manos? Con qué gusto se ofrecerían ellas a intentar abarcar esas dos exuberancias. Nuestra masculinidad, mientras tanto, intentaría buscar acomodo en los paraisos ofrendados por Anna Simon con su postura.
Pero el sueño es sueño, y los grandes pechos de Anna Simon no deben hacernos perder el sentido de la realidad. ¿Para qué perder tiempo y energía persiguiendo un imposible? ¿Para qué malgastar un tiempo que siempre es oro detrás de un agua que nunca podremos beber? Asumamos nuestras imposibilidades e inventariemos lo que en verdad nos resulta factible. Y factible resulta consultar girlsbcn.tv, localizar una escort de lujo con pechos enormes, llamarla, informarnos de sus servicios y tarifas, reservar una cita y dejarnos llevar por la segura simpatía de esa prostituta de lujo que, como si fuera Anna Simon, nos inyectará una dosis absolutamente mágica de ganas de vivir y de alegría por sentirnos vivos. El sexo trascendente, casi trágico, lo dejaremos para otro momento. El orgasmo, después de todo, es algo físico. Como el comer o el beber. Aunque tenga algo de experiencia religiosa, como diría el poeta Iglesias Preysler.