La belleza de la mujer italiana
Nombres como los de Claudia Cardinale, Sofia Loren, Virna Lisi, Monica Bellucci, Maria Grazia Cucinotta o Gina Lollobrigida bastarían para dar fe de la belleza de la mujer italiana. Del escote de una ellas, por ejemplo, llegó a decirse que era algo así como la bandera de Italia. Y es que el escote de la Loren era mucho escote. Aunque, según se comenta, tenía truco. Al parecer estaba (o está) aumentado por un implante mamario que la diva italiana decidió implantarse tras pasar un mal rato en la que iba a ser su fiesta de presentación en Hollywood. Sofia Loren acababa de protagonizar junto a Cary Grant y Frank Sinatra su primera película en América, El orgullo y la pasión, y la productora había organizado una fiesta para que ella brillara con su máximo esplendor. Así lo esperaba ella, que no contaba con la presencia de la malograda actriz estadounidense Jane Mansfield. La actriz americana (que moriría decapitada en un accidente de circulación) no estaba dispuesta a consentir que una europea cualquiera, por guapa que fuera, viniera a empañar su rol de sex symbol en boga. ¿Cómo impedirlo? Colocándose un escote atrevidísimo que prácticamente dejaba al aire toda la exuberancia de sus senos y que, lógicamente, atrajo todas las miradas de los asistentes a la fiesta. De esa fiesta han quedado para la historia varias fotografías. En alguna de ellas se observa cómo la Loren clava su vista en las dos pechugas blancas y hermosas de la Mansfield. Hay quien habla de envidia. Hay quien lo hace de miedo. La propia Loren ha comentado años después que temía que “todo aquello” acabara desparramándose sobre la mesa. Las malas lenguas dicen que tras aquella fiesta la Loren empezó a valorar la opción de recurrir a los entonces novedosos implantes mamarios para aumentar aún más su atractivo felino y su belleza típicamente mediterránea.
Sea como sea, con trampa o sin ella, la belleza de la Loren es patrimonio inmaterial de Italia como lo es la belleza de todas las actrices que hemos nombrado anteriormente. Es como si Italia quisiera reivindicarse una y otra vez como tierra natal de bellezones de relumbrón. Aún no hemos devuelto la mandíbula a su lugar desde que vimos a Claudia Cardinale, en bikini, derramando sensualidad en un planeta dominado por los simios. Aún no nos hemos recuperado del sobresalto de ver a Maria Grazia Cucinotta jugueteando oralmente con una pelotita de futbolín ante la mirada acomplejada de Mario Ruoppolo, aquel entrañable cartero que llevaba sus cartas a la cala italiana en que vivía su exilio el poeta Neruda en la película que, basada en la novela Ardiente paciencia de Antonio Skármeta, rodara en 1994 Michael Radford. Podríamos recordar todas y cada una de las imágenes en las que Monica Bellucci nos ha hecho quedar embelesados con su belleza. Nos bastaría citar alguna de las que nos enamoraron al contemplar Dracula de Bram Stoker, de Francis Ford Coppola.
Ahora es una bella modelo italiana la que viene a engrosar la lista de bellezas motivo del orgullo patrio italiano. Estamos hablando de Bianca Balti. Bianca Balti es una de esas bellezas de las que resulta innecesario explicar demasiadas cosas. Basta extasiarse contemplando cualquiera de las fotografías con las que ha engrandecido el interés y la calidad de páginas como Vogue, Haper’s Bazaar, W, Cosmopolitan, Marie Claire o Playboy. Sin duda, el hecho de que Bianca Balti se haya convertido en un momento u otro de su vida en objeto del deseo de los fotógrafos y estilistas de revistas de este prestigio y por las que ha pasado a lo largo de varias décadas las mujeres más hermosas del planeta es la mejor publicidad que puede darse a la belleza de esta italiana que acaba de sobrepasar la barrera de los treinta y que encierra en sus bellísimos y enigmáticos ojos todo el azul del mar Mediterráneo.
Los ojos azules de Bianca Balti han resplandecido en desfiles de Victoria´s Secret, de Karl Lagerfeld, de Givenchy, de Prada, de Gucci, de Hermés, de Valentino… La lista podría resultar interminable. Tan interminable, casi como la de las campañas publicitarias que ha protagonizado: Christian Dior, Valentino, Armani Jeans, Roberto Cavalli, Mango, Thierry Mugler, Revlon, Guerlain, Paco Rabanne, Dolce & Gabbana…
La belleza de los ojos de Bianca Balti viene subrayada por la sensualidad de sus labios. Los labios de Bianca Balti invitan a soñar con una felación tan lenta como sabia, tan desmayada como efectiva. Uno contempla esos labios y la admiración de una belleza que casi podría ser tildada de clásica se torna pura lubricidad. Es entonces, al mirar esa boca entreabierta, cuando uno imagina esos dientes entrevistos a través de los labios recorriendo suavemente la superficie inflamada y sensible de nuestro prepucio. Se nos presenta entonces, en medio de nuestro delirio, la imagen de Bianca Balti desnuda.
Quizás es porque han quedado en nuestra retina las lánguidas imágenes que de Bianca Balti mostrara la campaña de Intimissimi que la modelo italiana protagonizara en 2010. Son seguramente esas imágenes las culpables de que, al pensar en Bianca Balti follando, lo hagamos imaginando una mujer que folla casi con desmayo. Imaginar a Bianca Balti cogiendo es imaginar a una muchacha mágica y delicadamente sensual que, al borde del éxtasis, parece abandonarse fatalmente a su placer como si fuera una Julieta Capuleto que, en pleno orgasmo, intuyera el trágico final que espera a su amor.
Nosotros imaginamos esa Bianca Balti desnuda y follando y, romeotizados perdidos, convertidos en carne de Montesco, queremos plantarnos bajo su balcón para loar sus maravillas. En cierto modo, este post no deja de ser eso: un canto enamorado a la belleza lánguida y sensual de Bianca Balti, la penúltima mujer que nos ha hecho recordar aquel estereotipo, en muchos casos cierto, de la belleza innata de la mujer italiana.