Las cuentas de un rosario
Las personas somos como cuentas de un rosario. Tiras de una y tras ella viene otra, y después otra, y después una cuarta. Eso nos has sucedido en alguna ocasión en esta sección. Por ejemplo: hablamos un día de Kim Kardashian y, tirando de su hilo, llegamos a la belleza de su hermana por parte de madre Kendall Jenner. O tiramos del hilo de la modelo Gigi Hadid y nos acabamos encontrando con la espectacular belleza de su hermana Bella Hadid. O fijamos nuestra mirada en Cristiano Ronaldo y vemos que, engarzadas a él, aparecen mujeres como Irina Shayk (que, con contrato o sin él de por medio, fue su novia oficial), Alessandra Ambrosio (que participó junto a él en una campaña publicitaria y que jugó al futbolín) o, muy a pesar del crack de Madeira, la explosiva y exuberante de la modelo británica Rhian Sugden, que afirmó a quien quiso escucharla que había dado calabazas al hombre que, con su físico de anuncio y sus tabletas abdominales que parecen esculpidas en mármol, hace suspirar a toda una legión de mujeres heterosexuales y que quita el hipo a muchos homosexuales que suplican al cielo porque CR7 se encuentre entre sus filas.
En esta ocasión, el tirar de la cuenta de una mujer morbosamente sensual como es Amber Heard nos ha llevado hasta otra mujer que tras dar a las pasarelas y a las portadas un toque especial y diferente gracias a sus pobladas cejas y a su mirada turbadora, ha decidido dar el salto al mundo de la canción y la interpretación. La mujer de la que hablamos ha protagonizado campañas de firmas como H&M, Burberry, Moschino, Óscar de la Renta, Dolce & Gabbana, Stella McCartney o Chanel y se llama Cara Delevingne.
A Cara Delevingne hemos llegado tirando, como hemos dicho, del cordel de Amber Heard, la ex mujer de Johnny Depp a quien ya dedicamos el último post de esta sección. En ese cordel aparecen muchas cuentas entrelazadas. Amber Heard, Tasya Van Reen, Michelle Rodríguez, Krysten Stewart, St. Vicent o Miley Cyrus son algunas de estas cuentas. Unas han sido parejas sentimentales de otras en algún momento determinado de sus vidas. Michelle Rodríguez, por ejemplo, lo ha sido de multitud de hombres (los actores Vin Diesel, Zac Efron o Colin Farrer, entre ellos), pero también de las actrices Kristanna Loken, Evan Rachel Wood, la fotógrafa Tasya Van Ryn o, por supuesto, Cara Delevingne. Tirar de la cuerda de Amber Heard nos llevó a Tasya Van Reen, ésta nos condujo a la siempre encantadora y peligrosa Michelle Rodríguez (algún día cumpliremos la promesa de dedicarte un espacio, corazón) y ésta, a su vez, a nuestra adorada y adorable Cara Delevingne.
La belleza de las cejas anchas
Nacida en agosto de 1992 en Londres, Cara Delevingne posee uno de esos rostros que, de puro personales, son fácilmente reconocibles. La ancha espesura de sus cejas da al azul verdoso de sus ojos un punto de dureza que resulta muy efectivamente sensual. La mirada de Cara Delevingne parece plantear siempre un reto. Hasta qué punto esa dureza esconde a una persona sensible es algo sobre lo que sólo podemos elucubrar sirviéndonos de las herramientas que siempre nos presta la imaginación y de las cosas que la prensa nos cuenta, de manera más o menos sensacionalista, sobre la vida de las artistas. Leemos entonces la palabra depresión y empezamos a sospechar entonces que esa dureza de la mirada de Cara Delevigne es sólo una barrera de autodefensa, un muro que ella pretende levantar para no sufrir las dentelladas de una vida, la vida de las modelos que crean estilo y marcan tendencia y a la que millares de personas siguen en Instagram, que uno nunca dijo que fuera fácil.
Cara Delevingne podría ser la bella muñequita rota de una industria sin entrañas que se alimenta de cuerpos de jovencitas que apenas acaban de salir de la adolescencia y que pueden ser devoradas por ese monstruo que se llama fama y cuyo apetito es insaciable. Agotada, Cara Delevingne decidió abandonar el modelaje de manera temporal y ha sido una petición de Karl Lagerfeld la que ha hecho volver a Cara Delevingne a las pasarelas para desfilar en la colección Métiers d’Art que el diseñador presenté en el Ritz Parisino. En dicha pasarela, Cara Delevingne mostró la imagen desenfadada y divertida que solía ser habitual en ella antes de pasar por ese período de depresión.
Mirada dura, alma sensible
Cara Delevingne tiene una mirada que transmite autenticidad y transparencia. En ese reto que su mirada parece plantear al mirar fijamente a la cámara hay siempre un algo de niña gamberra que quiere disfrutar de la vida más allá de las normas que la sociedad acostumbra a imponer. Eso, seguramente, le ha llevado a proclamar (cosa que siempre aplaudiremos) su bisexualidad. Emparejada con la actriz Michelle Rodríguez (famosa por su participación en la celebérrima serie Lost) o con la cantautora St. Vincent (nombre artístico de Annie Clark, que también ha sido pareja de Kristen Stewart), Cara Delevingne no lo ha dudado ni un instante en mostrar públicamente su amor por esas mujeres al tiempo que se declaraba bisexual.
Esa condición, la de bisexual, nos permite colocar a Cara Delevingne en el altar de nuestras esperanzas. Quizás algún día podamos conocerte y ofrecerte nuestro hombro y nuestro lecho para que allí, entre nuestros brazos y gracias a nuestros mimos y nuestros besos, alivies tus depresiones, Cara Delevingne de la mirada turbadora y el gesto duro.
Vemos tu mirada que oscila entre el zafiro y la esmeralda y queremos viajar contigo, Cara Delevingne, a una isla griega. Queremos recluirnos allí, a tu lado, alejados de todos y de todo, como si fuéramos Leonard Cohen y aquella musa que le hizo componer la eterna So long, Marianne, entregados a la mágica fascinación de tu mirada, contemplando la maravilla de ver cómo te levantas, Cara Delevingne, y avanzas casi etérea hasta la orilla del mar, allá donde tiene sus lindes el reino de las sirenas y donde las olas del mar en el que se bañaron los dioses más antiguos y lujuriosos que poblaron el monte Olimpo lamen la arena de la playa.
Te imaginamos ahí, en esa isla griega que imaginamos sólo para ser habitada por nosotros, vestida de manera desenfadada, con un chándal como el que te vimos lucir alguna vez en algún reportaje en lo que parecían unas fotos robadas por las calles de Nueva York, alcanzable y humana, desprovista de ese glamour que las mujeres como tú siempre destiláis cuando, moviendo las caderas y marcando el paso, sobrevoláis como aves míticas las pasarelas, practicando alguna postura del yoga que nos dicen que practicas a diario para llevar la paz a ese espíritu tuyo que, turbulento, busca incesantemente cómo dar salida a sus sentimientos y a sus emociones componiendo canciones y escribiendo poemas que, de momento, guardas para ti como guardan las personas verdaderamente pudorosas y sensibles el licuado de su alma.
Te imaginamos así, Cara Delevingne, a orillas del Jónico, practicando yoga, musa de nuestros sueños más íntimos, y te vemos regresar caminando lentamente al butacón desde el que te contemplamos como si una de esas sirenas que sabemos que siempre han poblado las entrañas del Mediterráneo hubiera abandonado momentáneamente su reino para, tomándonos de la mano, llevarnos hasta las profundidades más íntimas de nuestros sueños más húmedos.
Y es ahí donde nos zambullimos, en el reino de nuestros sueños y fantasías, mientras contemplamos tus fotos e imaginamos, terrenalmente carnales, la belleza casi humana de Cara Delevingne desnuda.