París. ¿Cuántas veces has oído hablar de esta ciudad como de la capital del amor? Sinónimo de romanticismo y amor apasionado, fue en París donde hace unos años se produjo uno de los hallazgos más prometedores de los últimos tiempos en referencia a la literatura erótica en general y al género de las cartas eróticas en particular. Estamos hablando de la correspondencia privada de una tal Mademoiselle Simone.
Las cartas estaban en una caja y fueron escritas en los años 20, una de las mejores décadas, sin duda, de toda la historia parisina. Las encontró un diplomático y, tras su lectura, descubrió lo que eran: epístolas que hablaban del tórrido romance de Mademoiselle Simone con Charles, un hombre casado más joven que ella.
Este diplomático buscó el asesoramiento de un agente literario. Lo encontró en la persona de Susanna Lea, que hizo que dichas misivas, convertidas en novela y con el título de La pasión de Mademoiselle S, fuera uno de los acontecimientos literarios de la feria de Frankfort de 2014.
La pasión de la señorita S
La calidad literaria de las misivas encontradas en París era más que notable. Nada que ver con la ligereza literaria de la saga Cincuenta sombras de Grey. A la trilogía de E.L. James, sin embargo, no hay que regatearle la aceptación de un mérito: el de servir para poner de moda el BDSM y el de hacer que nuevas novelas eróticas de mayor o menor calidad hayan llegado, tras ella, a las librerías.
En La pasión de la señorita S no falta el erotismo desenfrenado. A él se añade, además, la calidad literaria de una gran pluma. No en vano, hay quien especula con la posibilidad de que las epístolas encontradas fueran escritas en su momento (entre 1928 y 1930) por Simone de Beauvoir o por Simone Weil.
Las misivas recogidas en esta obra, escritas con un lenguaje explícito y directo (lo que podría ser la versión literaria del dirty talking o hablar sucio o del cruce de whasapp’s eróticos), dan cuenta de las experiencias sexuales de la joven Simone y de su despertar sexual.
Literatura de alto poder erótico es la que destilan estas cartas de amor y sexo. La pasión de la joven hacia su amante se vuelve arrebatadora, los tabús se van derribando, los roles sexuales se intercambian.
imone es una mujer activa sexualmente que sabe lo que desea y hace lo posible por conseguirlo. El hecho de que lo narrado sea real confiere a estas cartas sexuales, además, un valor documental inigualable.
Cartas eróticas de escritores famosos
La misteriosa autora de La pasión de la señorita S no ha inventado un género. Antes que ella otros autores y autoras han escrito misivas en las que el sexo lo tiñe todo.
Son muy famosas, en ese sentido, las cartas eróticas de James Joyce. El autor irlandés, uno de los nombres cumbres de la historia de la literatura gracias a su Ulises, escribía misivas muy incendiadas a su amada Nora.
El sexo, al parecer, estaba muy presente en la mente de este genio literario. Si en la citada obra hablaba sin tapujos de la propensión a la masturbación de su protagonista, Leopold Bloom, en sus cartas a Nora llegó a escribir: «En algunos momentos me siento loco, con ganas de hacerlo de alguna forma sucia, sentir tus lujuriosos labios ardientes chupándome, entre tus dos senos coronados de rosa, en tu cara, y derramarme en tus mejillas ardientes y en tus ojos, conseguir la erección frotándome contra tus nalgas y poseerte sodomíticamente».
Sin duda, Joyce no se andaba por las ramas al expresas sus deseos en las que sin duda figuran entre las mejores cartas eróticas para enamorar de la historia de la literatura.
El tono incendiado de Joyce es comparable al que emplea en sus epístolas a su amante el que ha sido uno de los más grandes autores de literatura erótica de todos los tiempos: el norteamericano Henry Miller.
Claro que a la destinataria de esas epístolas no iba a sorprenderla el tono declaradamente obsceno de su amante. Ella, Anaïs Nin, era autora de Delta de Venus, una de las grandes obras que siempre se citan cuando se hace un listado de las obras más famosas de la literatura erótica de todos los tiempos.
En alguno de esos textos, Miller decía a Nin: «Anaïs, cuando pienso cómo aprietas contra mí, cuán ansiosamente abres las piernas y qué húmeda estás, Dios, me vuelvo loco de pensar en cómo serías cuando todo se disuelve. Ayer pensé en ti, en cómo ciñes las piernas en torno a mí, de pie, en cómo se tambalea la habitación, en cómo caigo sobre ti en la oscuridad sin saber nada. Y me estremecí y gemí de placer».
Al igual que la autora de La pasión de la señorita S, también otras mujeres se adentraron con valentía y sin complejos en este tipo de narrativa.
Una de ellas, española, es Emilia Pardo Bazán. La gran escritora gallega, enamorada hasta el tuétanos de Benito Pérez Galdós, mantenía con el autor de Los episodios nacionales una fogosa correspondencia.
En una de sus misivas, la gallega escribía a Galdós: «Sí, yo me acuesto contigo y me acostaré siempre, y si es para algo execrable, bien, muy bien, sabe a gloria, y si no también muy bien, siempre será una felicidad inmensa que contigo y sólo contigo se puede saborear, porque tienes la gracia del mundo y me gustas más que ningún libro. Yo sí que debía renunciar a la lectura y deletrearte a ti solo. Hay mil corrientes en mi pensamiento que sólo contigo desahogo».