La mujer desnuda en la calle
Ha pasado más de una vez. Un fotógrafo de moda con una amplia experiencia y un sólido prestigio ganado en el sector se adentra poco a poco, al principio titubeante, después con mayor decisión, por los senderos de una fotografía con clara intencionalidad artística. Muchos de esos fotógrafos y fotógrafas, además, escogen lo erótico como temática principal de esos nuevos pasos en el arte de la fotografía. En cierto modo, la evolución puede parecernos lógica. A fuerza de convivir con la belleza (¿quién puede negar la belleza de las modelos?), los fotógrafos de moda sucumben a la necesidad de indagar algo más en la esencia de esa belleza y en el reto de convertirla en obra de arte.
Uno de esos fotógrafos de los que hablamos es Gary Breckheimer, un fotógrafo neoyorquino nacido en 1960 que estuvo durante veinte años trabajando de manera regular para publicaciones de la categoría de Vogue. Hasta que dio el salto. En Breckheimer, además, ese salto de la fotografía comercial a la fotografía erótica vino acompañado de una elección estilística fundamental. El blanco y negro, de repente, se convirtió en una de las principales señas de identidad de la fotografía erótica de Gary Breckheimer. La otra, fundamental para identificar una fotografía de este fotógrafo, la forma de emplear la yuxtaposición de conceptos que, en principio, podrían parecer enfrentados. En este caso, los conceptos que Breckheimer yuxtapone en sus fotografías eróticas es el cuerpo desnudo de la mujer y el paisaje en que dicho desnudo se muestra.
Al contrario que fotógrafos como el ruso Alexander Kamakayez (al que en su momento dedicaremos un post en este espacio que venimos dedicando al erotismo en todas sus vertientes, bien sea el cinematográfico, bien el de la ilustración erótica, bien cualquier otro que tenga que ver con la sensualidad y el Eros), que yuxtapone las imágenes de sus modelos desnudas en un paisaje fundamentalmente natural, Gary Breckheimer opta por ubicar a sus modelos en un entorno eminentemente urbano. Eso, combinado con el fuerte ingrediente de soledad que parece emanar de sus fotografías (las modelos acostumbran a aparecer, desnudas y solas, en mitad de cualquier calle de la ciudad), hacen de la fotografía de Gary Breckheimer una fotografía que parece exigir en todo momento la intervención de quien la contempla, ya que sólo será quien la contemple quien dé a la fotografía en cuestión un significado que nunca es evidente. Al buscar ese significado, el espectador de una fotografía de Gary Breckheimer realizará un diálogo consigo mismo que le servirá para enriquecer su visión sobre las relaciones entre el hombre y la sexualidad.
La luz del amanecer
Cuando Gary Breckheimer habla de su fotografía lo hace resaltando cómo, la mujer que él fotografía, al mostrarse desnuda y sola, enfrentada con toda la vulnerabilidad de su desnudez al duro paisaje urbano, realiza una especie de atrevida afirmación de sí misma y de lo que es.
Para realizar sus fotografías eróticas, Gary Breckheimer busca las primeras luces del día. A esas horas, además, las calles están vacías, y Gary Breckheimer puede, entonces, fotografiar a sus modelos en puntos de ciudades como Nueva York, Londres o París, que, en otros momentos del día, acostumbran a estar muy transitados. Esos puntos son rigurosamente estudiados por un Gary Breckheimer que suele preferir los cielos nublados y casi lluviosos a los cielos despejados a la hora de buscar la luz adecuada para iluminar sus fotografías.
Ese estudio riguroso de esos puntos geográficos de la ciudad en los que las modelos de Breckheimer aparecen fotografiadas hace que esos puntos no se conviertan, en la fotografía, en un simple marco, sino que adquieren (o, cuanto menos, proponen) una significación. ¿Te atreves a buscarla mientras disfrutas de la turbadora belleza de estas imágenes?