Belleza mulata
Alguien dijo que le gustaban las mujeres con pasado y los hombres con futuro. Puede que fuera Oscar Wilde. Puede que fuera Chavela Vargas. No importa. Lo que importa es que quien lo dijo lo hizo tras ser traspasado por un repentino rayo de sabiduría. Y es que, en ocasiones, el pasado deja en el mirar de la mujer hermosa un poso que la hace más bella todavía, que la vuelve más interesante, que la convierte en un misterio a desvelar para todo aquel que, lejos de detenerse en lo que a simple vista es constatable por todos (el cuerpo escultural, el pecho sensual, la incuestionable belleza), quiere ir más allá y, a pecho descubierto, pretende sumergirse en el alma de una mujer hasta conocer sus rincones más personales y ocultos.
Esa mirada tiznada con la carbonilla del pasado de la que hablamos es una mirada que invita a la aventura y al descubrimiento. En ocasiones, esa mirada es una mirada herida. En otras, una mirada que se ha vuelto dura tras haber vertido muchas más lágrimas de las que un ser humano puede verter sin quedar marcado para los restos.
Contigo siempre nos pasó eso, Halle Berry. Te mirábamos, mirábamos tu mirada profunda, un tanto dura y altiva, e intuimos que, más allá de tu belleza, más allá de las esculturales formas de un cuerpo de escándalo, sensual y provocativo, había una vida que no había sido fácil y que, como acostumbra a suceder con las vidas de ese estilo, había dejado su poso en los desvanes de tus ojos.
Indagamos sobre ese pasado, Halle Berry, y descubrimos el porqué de esa mirada turbadora, dura y a la defensiva que muchas veces observamos en ti cuando nos detenemos, extasiados, a contemplarte. Supimos de tu padre afroamericano y de tu madre de origen caucásica. Supimos de las palizas en casa, de las idas y venidas de tu padre al hogar familiar y de los perdones reiterados de tu madre a tanta paliza y a tanta huida. Supimos de un barrio en el que eras el blanco de las bromas de blancos y de negros sólo porque tú, mestiza como eres, no acababas de ser ni una cosa ni la otra. Serían los años y el éxito, Halle Berry, quienes te harían sentirte indudablemente negra y orgullosa de serlo. La primera negra en recibir un Óscar, Halle Berry. Siempre quedarás en la Historia por haber obtenido esa distinción.
Pensamos en todas aquellas bromas de tu infancia, Halle Berry, y nos maravillamos de la crueldad cierta y legendaria de los niños. Y de la ignorancia. Tendría que llegar la adolescencia para que tu bella piel mulata hiciera acallar las bromas de compañeros y vecinos de barrio para empezar a despertar las miradas admiradoras. Eran las miradas preñadas de deseo de quienes ya empezaban a soñar con Halle Berry desnuda, con Halle Berry follando, con Halle Berry entregándose a todos los caprichos sexuales que esas miradas turbias de deseo podían asociar a las carnes de melaza de una bella mulata como tú lo eras.
Y fue con aquella belleza mulata y adolescente en bandolera como decidiste salir a comerte el mundo. Probaste en los concursos de miss. Fuiste la miss de tu instituto y, posteriormente, del Estado de Ohio. Fuiste la segunda en Miss USA. Fuiste finalista en Miss Mundo. Tu belleza, Halle Berry, empezaba a dejar su huella en todo aquél que te miraba. El suburbio de Cleveland empezaba a quedar atrás aunque el camino de castings y trabajos de poca monta no iba a resultarte sencillo. Te faltaban centímetros de estatura para ser top model y el mundo del cine no es un mundo fácil.
Necesitabas reactivar tu carrera y, ¿qué mejor lugar para lograrlo que Manhattan? Allí, en la Gran Manzana, fuiste consiguiéndolo a base de esfuerzo. Después de todo, la vida se seguía empeñando en tratarte mal. Un par de relaciones sentimentales con un par de maltratadores acabaron por hacer mella en ti, Halle Berry. Palizas, un episodio de pérdida de audición debido a una de ellas, flirteos más o menos serios con el alcohol y las drogas… la vida se empeñaba en seguir dejando huella en ti, en seguir haciendo de ti una mujer con pasado.
Los primeros papeles cinematográficos y televisivos fueron dando paso a otros. Triunfaste con alguna serie de televisión y entonces, Halle Berry, empezaron a llegar aquellos papeles con los que te diste a conocer en todo el mundo y con los que nosotros tuvimos la dicha de empezar a contemplarte: bella, mulata, escultural, deseable. Tus labios concupiscentes. Tu mirada profunda. Tus pechos de canela. Podríamos enumerar una tras otra todas las maravillas de un cuerpo que fuimos deseando mientras mirábamos películas como Fiebre Salvaje, El último boyscout, Boomerang o X-Men. Ya te deseábamos cuando te vimos convertida en chica-bond en Muere otro día, pero al verte allí, en aquella película, vistiendo aquel bikini naranja que tan bien resaltaba tus encantos, tuvimos que frotarnos los ojos, Halle Berry. Como una Primavera mulata que emergiera del mar. Así nos pareciste aquel día. Y desde entonces soñamos con hacerte nuestra.
Sabemos que estás a punto de cumplir los cincuenta, Halle Berry. Sabemos que el pasado empieza a adquirir en ti una consistencia insultante, pero tus ojos siguen encerrando ese misterio que siempre quisimos desvelar. Cenar tranquilamente, hablar, saborear una copa, ir descubriéndonos poco a poco y después, junto a la chimenea, desnudos, tumbados sobre una alfombra, entregarnos al placer de ir recorriendo ese monumento al mestizaje que es tu cuerpo es lo que deseamos cuando contemplamos alguna fotografía tuya como las que aquí, un poco escogidas al azar, colocamos.