La novia del chico malo
Ya nos habíamos fijado en ti (¿cómo no hacerlo cuando se tienen esos labios y esos ojos y cuando durante un tiempo, semana tras semana, te veíamos protagonizando El Príncipe, una de las más exitosas series de televisión españolas?), pero nos hemos enterado de que te gustan los chicos malos y eso nos ha puesto muy, pero que muy cachondos.
Nos gustaba tu nombre, Hiba. Nos gustaba esa combinación exótica y excitante de padre de ascendencia libia y madre tunecina. Si con alguien nos habría gustado vivir un cuento de Las mil y una noches sería contigo, Hiba Abouk. Tú habría sido, a la que lo hubieras querido, nuestra Sherezade, la mujer con la que, en mitad del desierto, resguardados en la perfumada intimidad de nuestra jaima, habríamos saboreado dátiles y té a la espera de que el deseo se apoderara de nosotros y nuestros cuerpos desnudos brindaran a la luna el homenaje sensual y lujurioso de su entrecruzarse.
Nos gustaba tu edad, Hiba Abouk. Siempre hemos pensado que los treinta recién cumplidos es la edad en la que el cuerpo de la mujer se muestra en su perfecta madurez y contemplar el tuyo en las portadas de las revistas, en tus películas y series y en las fotos que circulan por internet nos reafirma en nuestra creencia. Qué gustazo contemplar tus curvas, Hiba Abouk. Qué placer extasiarse con la visión de esos escotes tuyos en los que tus pechos se muestran como dos cálidos panecillos que pidieran ser saboreados poco a poco. Cuántas dulces noches de amor no llegábamos a imaginar mientras contemplábamos ese mirar tuyo, en ocasiones tan cercano al mirar limpio y desprovisto de doblez de las adolescentes que aún confían en la bondad de la vida y que sueñan con la llegada de su príncipe azul.
Y ahora que hemos sabido que tu príncipe azul, Hiba Abouk, tiene una buena colección de sombras salpicando su pasado, nos preguntamos si en verdad eras esa Sherezade romántica y soñadora con la que habíamos soñado. Nos cuentan que Joey Starr, tu pareja, es un famoso rapero francés. Nos dicen que te saca 19 años. Nos comentan que tiene tres hijos de dos relaciones diferentes y que ha tenido una vida salpicada de escándalos.
De entre todos los escándalos que, según nos cuentan, han salpicado la vida del novio de Hiba Abouk sólo citaremos tres. Uno: presuntamente, en 1998 agredió a una azafata. Dos: supuestos malos tratos a dos antiguas parejas. Tres: condena de seis meses de cárcel en 1999 por no golpear a la modelo Jennifer Galin, su exnovia. Cuatro: tres meses de prisión y una multa de 2.000 euros por malos tratos con una de las madres de sus hijos. Como se ve, el novio de Hiba Abouk, el hombre por el que ella, al parecer, ha realizado más de un viaje al siempre romántico París es lo que se dice un angelito, un perla con una tendencia que parece muy arraigada en él a combinar el concepto de relación de pareja con el de malos tratos.
Sabiendo esto nos imaginamos a Hiba Abouk como una amante del sexo desenfrenado y sin tabúes. Hemos sabido del historial de tu pareja, Hiba Abouk, y te hemos imaginado protagonizando las más sórdidas y excitantes escenas BDSM. Hiba Abouk desnuda y a cuatro patas, atada a la cama. Hiba Abouk con el culo en pompa sintiendo en sus nalgas el impacto de un flogger manejado con saña. Hiba Abouk atada a un potro, penetrada por detrás y con una sonrisa esplendorosa y carmín floreciendo en sus labios. Hiba Abouk follando más allá de la conciencia, a voz en grito y con el cuerpo perlado por mil gotas de sudor. Hiba Abouk suplicando clemencia con la boca entreabierta mientras recibe en el rostro la lluvia blanquecina de una copiosa eyaculación. Hiba Abouk esposada a la cama. Hiba Abouk atada sobre ella, con los brazos y las piernas en cruz, retorciéndose y derritiéndose de placer por el efecto combinado de unas pinzas presionando sus pezones y un vibrador estimulando su vagina y su clítoris. Hiba Abouk, en definitiva, entregada a los caprichos de quien tiene la suerte de gozar del cuerpo desnudo de una mujer así y de su sensualidad desbordante.
Nosotros, mientras tanto, seguiremos resignándonos a desearla a distancia y a soñarla cuando la contemplemos en algunos de sus trabajos cinematográficos o televisivos.