No hace falta saber demasiado de historia para ser conscientes de hasta qué punto la Iglesia ha actuado a lo largo de los siglos como un poder coercitivo y censor que ha intentado ocultar o impedir la creación de todo tipo de obras que, de un modo u otro, remitan a la condición sexual del ser humano. El sexo, para la Iglesia, ha sido entendido a lo largo de la historia solamente como el camino que la Divinidad puso en manos de los animales para asegurar la reproducción de las especies. Así, y desde la óptica religiosa, entender el sexo como un fin en sí mismo, como una práctica gozosa destinada a procurar placer, es concebido como un algo pecaminoso.
El peso de la Iglesia en la cultura occidental ha hecho que muchas cuestiones relacionadas con el sexo y el sexo en sí mismo sean considerados tabú y que, a lo largo de los siglos, la censura eclesiástica haya sido férrea. En ocasiones, esa ferocidad censora ha alcanzado grados ciertamente delirantes. Baste citar la conocida historia de los frescos pintados por Miguel Ángel Buonarotti en la Capilla Sixtina. Al pintar el fresco del Juicio Final, el genial arquitecto, escultor y pintor optó por representar desnudos a muchos de los personajes que aparecían en él, lo que provocó que algún que otro cardenal protestara por lo que consideraba un acto absolutamente obsceno e inmoral. Se inició, incluso, una campaña destinada a conseguir el borrado de los frescos. El Papa, en aquel momento, no hizo caso de los escandalizados promotores de una campaña que recibió el nombre de “de la hoja de parra”, y decidió que los frescos de Miguel Ángel permanecieran tal y como el pintor los había ideado. Con el Concilio de Trento y el inicio de la Contrarreforma en 1564, sin embargo, la idea papal de mantener los desnudos que pintara Buonarotti tuvo que cambiar y tuvo que ser el Papa Pío V quien encomendara al artista Daniele da Volterra (que sería a partir de entonces apodado ‘Il Braghettone’ o, lo que es lo mismo, ‘El Pintacalzones’) la tarea de cubrir los genitales desnudos de los protagonistas del famoso fresco.
Esta pequeña anécdota debe servirnos ahora para comprender hasta qué punto la Iglesia hizo todo lo posible por alcanzar el que sin duda es el gran triunfo de todo censor: conseguir que los artistas, por temor a represalias, por miedo a padecer cualquier tipo de castigo, opten por autocensurarse. Con el correr de los tiempos, sin embargo, la Iglesia, en su actitud censora, tuvo que comprobar cómo había artistas que, lejos de autocensurarse, optaban por plantar cara a la censura y por seguir firmando una obra que, de una manera u otra, desafiaba al poder eclesiástico y hacía un corte de mangas a la voluntad censora de dicho poder. Entre esos artistas que, con su trabajo diario, se alzaban en rebeldía contra las autoridades eclesiásticas y contra su política de represión hay que destacar el nombre de un ilustrador y artista belga del siglo XIX, Maurice François Alfred Martin van Maële, más conocido como Martin van Maele.
Van Maele, que vivió entre 1863 y 1926, se hizo famoso a finales del siglo XIX cuando empezó a ilustrar obras editadas por el editor Charles Carrington. Condenado por la Iglesia, Carrington, entre muchos otros tipos de obras, se especializó en la edición de libros de carácter erótico. Estos libros, pese a ser criticados por las autoridades eclesiásticas (que los condenaba una y otra vez en sus sermones) eran muy populares y eran muchas las personas que estaban interesadas en ellos y los leían.
El erotismo de las ilustraciones de Van Maele es un erotismo entreverado en todo momento de humor y de sarcasmo. Ese sarcasmo iba dirigido en muchas ocasiones contra la misma institución religiosa. En muchas ilustraciones eróticas de Van Maele aparecen dibujadas monjas y religiosos en actitudes directamente obscena y la imaginería religiosa más variada acostumbra a estar muy presente.
Martin Van Maele es, en cierto modo, el retratista/ilustrador del exhibicionismo. Son muchos los personajes de las ilustraciones eróticas de Van Maele que muestran una actitud absolutamente exhibicionista. Esa actitud exhibicionista se ve, además, reforzada por la manera que tiene el dibujante de mostrar los genitales masculinos y, en especial, el pene. En muchos dibujos, los penes dibujados por Van Maele son penes ciertamente exagerados en cuanto a su tamaño.
Van Maele fue, sin duda, un auténtico provocador. Después de todo, ¿cómo no había de molestar a la Iglesia el contemplar dibujos en los que monjas atormentadas por el deseo sexual se retorcían en sus celdas conventuales al contemplar cómo emergían de las sombras falos erectos y enormes que parecían apuntar a la diana misma de su virginidad? ¿Cómo no habían de resultar epatantes imágenes en las que, por ejemplo, el señorito de la casa, el niño mimado de papá y de mamá, arrodillado entre las piernas de la profesora particular de piano, practica con la misma un musical cunnilingus? ¿Cómo no había de resultar provocador para la Iglesia y sus autoridades que, en una escena dibujada por Martin Van Maele, una gran dama se deje lamer íntimamente por su perro o que en otra el profesor particular de la señorita de la casa practique el 69 con su tierna alumna? Sin duda, Van Maele debía, con todas estas obscenidades, poner los pelos de punta a los miembros más moralistas de la sociedad de la época.
Martin Van Maele ilustró obras de Anatole France (Thais), de Edgar Allan Poe, de Arthur Conan Doyle y de los poetas Paul Verlaine (La trilogía erótica) y Charles Baudelaire (Las flores del mal). Van Maele también realizó los grabados de La flagelación de mujeres en Alemania, de Los dulces 17 años y de La metamorfosis o el asno de oro, de Apuleyo. Una de las más famosas obras de Van Maele fue, sin duda, La grande dance macabre des vifs (traducida al castellano como La gran danza macabra de los vivos). En esta obra, Van Maele no solo se limita a dejar para la posteridad una serie de imágenes más o menos subidas de tono. También nos realiza una radiografía de cómo era la sociedad de la época, un retrato de primera mano que nos ayuda a conocer mejor aquellos años y aquel tiempo.
En este artículo te mostramos algunas de las más divertidas e irreverentes ilustraciones eróticas de Martin Van Maele.