El desnudo mil veces perseguido de Jennifer Lawrence
Nos dicen que te has vuelto desconfiada, Jennifer Lawrence. Nos cuentan que te has vuelto suspicaz. Que vives desasosegada. Que te cuesta no ser aquella chica guapa y desconocida que podía acercarse al supermercado a comprar una bolsa de pan de molde o un tarro de mermelada o podía sentarse en un taburete de la cafetería de la esquina y tomarse tranquilamente un café con leche y un donut. Que te pesa la fama. Eso nos cuentan, Jennifer Lawrence, de ti. Que ya estás empezando a pagar el precio del éxito. Que lo pagaste con una moneda con la que no lo deseabas pagar cuando todo aquél escándalo del celebgate.
¿Qué esperabas, Jennifer Lawrence? ¿Que al populacho no le interesara una foto en la que podía contemplarse a Jennifer Lawrence desnuda? El populacho ha soñado muchas veces con chicas como tú desnudas. Chicas guapas y jóvenes con las tetas o el coño al aire. Chicas que muestran su piel como quien hace ondear una bandera de belleza.
Y tú eres guapa, Jennifer Lawrence. Rubia, con los ojos columpiándose entre el azul y el verde y los labios carnosos. Sensual y, al mismo tiempo, desprovista de divismo. Podrías ser una compañera de pupitre en el instituto o (para no bordear deseos delictivos) la universidad. Y el precio de esa belleza, Jennifer Lawrence, es convertirse en el sueño húmedo de muchos hombres. Esos hombres sueñan con Jennifer Lawrence follando. Incluso de vez en cuando esos hombres se masturban mirando una fotografía tuya en la que apenas se ve nada pero en la que aletea un aire de sexualidad casi sin estrenar. Y eso excita mucho a los hombres. Por eso harán todo lo que sea por husmear en tus fotos privadas, en ésas que en algún momento te has hecho para con ellas incendiar el deseo de alguna pareja tuya. Cuando la hiciste te dejaste llevar, tú también, por el deseo. No pensaste en las consecuencias que puede acarrear el sexting, esa moda de hacerse fotos procaces con el móvil y enviarlas al compañero o compañera. No pensaste en los pajilleros husmeadores. No se te ocurrió que podrían ser muchos los hombres a los que les interesara verte de rodillas sobre tu sofá, con las piernas abiertas y la mirada con un punto de provocación, apenas vestida con un sujetador por el que asoman dos hermosos senos de pezones apuntados.
Qué ingenua fuiste, Jennifer Lawrence. La imagen de Jennifer Lawrence desnuda se cotizaba. Por eso los hackers la buscaron. Eras una actriz de moda. De hecho, la revista Rolling Stone te había catalogado como “la actriz juvenil más talentosa de los USA”. Sólo eso ya bastaba para convertirte en una pieza cotizada. Tu belleza, Jennifer Lawrence, hizo el resto para que te convirtieras en el oscuro objeto del deseo de los hackers.
Te buscaron junto a otras. Vimos las fotos robadas a Kate Upton, a Vanessa Hudgens, a Taylor Swift, a Kim Kardashian, pero en nosotros perdura tu imagen mordisqueando una manzana, desnuda, metida en la bañera. Pareces mirarnos fijamente a los ojos e invitarnos, Eva maléfica, a meternos contigo en el agua con jabón que tiene la dicha de acariciar tu cuerpo. Lo haríamos con mucho gusto, y más ahora que sabemos que, detrás de esa mirada que en algunas imágenes puede parecer casi angelical, se esconde una niña picante a la que le gusta el juego de provocar y seducir. Con nosotros lo tienes fácil, Jennifer Lawrence. Nosotros llevábamos ya tiempo soñando con Jennifer Lawrence desnuda. Pudimos admirar tus curvas cuando te vimos interpretando a Mística en X-Men: primer generación, y soñamos con el momento en que pudiésemos admirar tu cuerpo limpio de todo ese maquillaje azul que presenta el personaje de Marvel.
Los hackers nos regalaron ese placer, Jennifer Lawrence. Ahora no podemos dejar de pensar que tú hiciste esas fotos precisamente para nosotros. Para todos y cada uno de nosotros. Y que nos las enviaste por watshapp para que te deseáramos. De hecho podemos sentirlo ahora. Te vemos ahí, Jennifer Lawrence, tan cerca y al mismo tiempo tan lejos, y soñamos que nos estás reclamando, que quieres que vayamos a visitarte, que nos esperas en esa bañera, cachonda. Y, al pensar en eso, somos nosotros los que nos ponemos cachondos. Miramos y remiramos esas fotos y otras en las que, aunque vestida, se intuyen todas las delicias de tu cuerpo. Queremos saborearlas, Jennifer, pero tú te has vuelto desconfiada y recelosa. Por eso te ocultas bajo la losa inmisericorde de la fama, huyendo de ese deseo que mana de nosotros y que se queda ahí, en algún lugar inconcreto, buscando un lugar en el que dejar su firma viscosa.
Lo encontramos entonces donde ya lo encontramos otras veces: en esa agenda virtual de prostitutas de lujo que es girlsbcn.tv. Ahí, en ese catálogo impresionante de escorts, encontramos a la bella mujer que nos va a regalar todo ese placer que tú parecías prometernos con tus fotos. Esa mujer nos hará tocar el cielo que tú nos prometiste. Con ella ascenderemos a las alturas del placer que intuimos por los rincones apenas entrevistos de tu cuerpo. Y nosotros se lo agradeceremos con nuestro respeto y algo muy parecido a la promesa de volver. Mientras tanto, y hasta que ese momento llegue, nosotros caldearemos nuestro deseo contemplando las fotos que dan fe de tu belleza.