Nunca nos cansaremos de decirlo: los seres humanos somos extraños en nuestras filiaciones. Y, a menudo, injustos. U olvidadizos, al menos. Rendimos pleitesía a futbolistas, discutimos sobre si Casillas o De Gea, hacemos la ola a motociclistas y pilotos de Fórmula 1 y nos abalanzamos como locos sobre la pantalla del ordenador para comprar una entrada para ver a Bruce Springsteen no sea que vayan a agotarse. Colocamos en los altares de nuestra admiración a cantantes y actores y relegamos al olvido a gente que pasa horas y horas entre tubos de ensayo, vasos de precipitado, pipetas, mecheros bunsen, crisoles y matraces buscando la manera de conseguir la vacuna que nos salve de una determinada enfermedad. Sabemos (por fortuna) quien fue Billie Holiday y también quienes fueron Juan Manuel Fangio, Franz Beckenbauer o John McEnroe pero apenas nos suenan los nombres de Edward Jenner, Almroth Wright o Jonas Salk. Total, ¿para qué recordarlos? Después de todo, Jenner, Wright y Salk son sólo los descubridores/inventores de las vacunas contra la viruela, el tifus y la poliomelitis, respectivamente. ¿Qué es eso comparado con un gol por la escuadra, una vuelta rápida o tres discos de platino? Poca cosa.
Sí. Somos injustos. Sabemos la alineación de aquel equipo nuestro que ganó una liga allá por los años setenta pero no el apellido del científico islandés que creó una vacuna contra la meningitis en los lactantes. Tenemos en poca consideración a los científicos. Y los científicos acostumbran a aportarnos avances que dan a nuestra vida una mayor calidad. Una vacuna, unos ojos electrónicos, un fármaco contra el VIH, un estudio que determina cuál es el cuerpo científicamente perfecto…
Esto último puede parecer una nimiedad comparado con todo eso que sale en las publicaciones científicas sobre las células madres y la intervención genética, pero no carece de importancia. ¿Cuántas veces no hemos discutido con nuestros amigos sobre cuál es la tía físicamente perfecta? Nosotros nos hemos roto la cara por la Bellucci y hemos tenido que aguantar que nos dijeran que no, que dónde va a parar, que la belleza de muñeca de nuestra Monica no está mal, claro, pero que no tiene nada que hacer frente al erotismo salvaje de su Halle Berry, el morbo con aires de lolita de su Úrsula Corberó o la provocación inequívocamente guarra y sexual de su Miley Cyrus. Por suerte, ahora vienen los científicos a decirnos quién es la mujer con el cuerpo científicamente perfecto.
And the winner is… Kelly Brook. Una estatura de 1,68 cm y unas medidas de 99-63-91 le darían a Kelly Brook esa cualidad de ser la mujer que, corporalmente, más se acerca a la perfección. Para determinarlo, un equipo formado por investigadores de la Universidad de Texas y el cirujano plástico inglés Patrick Malluci (y con el respaldo de University College London) realizó un análisis del promedio armónico del cuerpo humano introduciendo en dicho análisis datos relativos a la edad, las medidas del rostro, cabello, cuello, pechos, cintura, caderas y piernas.
Sin duda, agradecemos las horas de esfuerzo que los investigadores han dedicado a la realización de este estudio. Lo agradecemos por un doble motivo. El primero es que siempre va bien el que alguien te apunte un nombre de mujer al que poder dedicar este pequeño homenaje que, de manera ritual, publicamos en este rincón de nuestra web en honor a alguna bella mujer del mundo de la música, el cine o el modelaje. El segundo, que nos zambullirnos en la búsqueda de fotografías de Kelly Brook y, por tanto, en el placer de contemplar un sinfín de imágenes de esta bella y seductora mujer. Como muestra, un botón:
O dos:
Miramos tus fotos, Kelly Brook, y nos permitimos el lujo de despreciar el trabajo de los científicos e investigadores que han realizado el estudio. ¿Cuántas horas han dedicado a ello? ¿Quién ha pagado esas horas de estudio y análisis? ¿Es que nos les bastaba con mirar tus fotografías? ¿O es que la cosa esa de la perfección viene al final de un centímetro más o un centímetro menos? ¿Importa tanto que los pechos de Kelly Brook midan 98, 99 o 100? Lo que importa de las tetas de Kelly Brook es que invitan a la caricia, al beso, al mordisco, a la paja cubana y a una buena sesión de eyaculación corporal. Querríamos devorar esas tetas. Querríamos que ellas nos masajearan el pene. Querríamos hundir nuestro rostro en el canalillo de las tetas de Kelly Brook y aspirar su aroma ¿a pan recién hecho?, ¿a trigal?, ¿a paraíso terrenal? No nos importa si son perfectas o no. Nos importa que son muy deseables. Que invitan a la concupiscencia. Que reclaman nuestra atención. Demasiado, quizás.
Perdona si nos detenemos en ellas, Kelly Brook. Siempre nos hemos declarado fanáticos del pecho femenino. Por eso hemos adorado a Salma Hayek y hemos suspirado con los pechos de Christina Hendricks o de Anna Simon. Pero fijarnos sólo en tus pechos, Kelly Brook, es pecar de injusticia contra otros muchos de tus encantos físicos. Hablemos de tus labios, por ejemplo. No hace falta que nos digas si es verdad o no lo que nosotros imaginamos. ¿Que qué es lo que imaginamos? Que eres una artista absoluta del sexo oral. Que debes ser una buena chupona, vaya.
Los labios de Kelly Brook serán siempre para nosotros labios de felatriz, labios mamones, labios que nos llevarían sin duda a un éxtasis de semen eyaculado sin aviso. Mama, Kelly Brook. Chupa, Kelly Brook. Déjanosla bien limpia. Eso sí: no cuentes con que te avisemos de la inminente llegada a nuestro punto de no retorno. No podremos hacerlo, enloquecidos como estaremos de placer. Ya notarás tú el temblor de nuestra polla. Ya percibirás tú esa crispación que precede al lechazo. Y si no lo percibes, no te preocupes. Sólo es semen. Hay muchas mujeres que disfrutan al sentir cómo éste entra en su boca. Quizás tú seas una de ésas.
Perdona si en algún momento te hemos ofendido con nuestras palabras, Kelly Brook, pero es que te miramos y sólo podemos pensar en sexo. En puro sexo. En sexo sin fronteras ni tabúes. Te miramos y no dejamos de pensar en cómo debes follar. ¿Cómo debe de ser Kelly Brook follando?, nos decimos. Y decimos que debes de ser la bomba, un regalo de los dioses, la octava maravilla del mundo. Claro que para afirmar eso no nos apoyamos en estudio científico alguno. Respetamos a los científicos, claro. Y prometemos aprender algunos de sus nombres. Pero para constatar tu belleza nos basta con mirar tus fotografías. Tras mirarla, podemos exponer nuestras conclusiones. Y esas conclusiones son:
- Nos enloquecen las caderas de Kelly Brook.
- Nos enloquecen los labios de Kelly Brook y su sonrisa.
- Nos enloquece el culo de Kelly Brook. De hecho, lo consideramos ideal para la práctica del sexo anal.
- Nos enloquecen los pechos al aire, libres de sujetador, entregados a la caricia del sol y la brisa, de Kelly Brook.
Vamos, Kelly Brook, que enloquecemos contigo y que nos pareces, si no perfecta, sí absolutamente follable.