La adorable vecina del quinto
Todos pudimos ser tú, Benigno Martín-Javier Cámara. El delito es el delito, y no tiene justificación y es execrable, pero ¿quién pone la mano en el fuego y afirma sin miedo a equivocarse que después de estar durante cuatro años cuidando del cuerpo desnudo de Leonor Watling, masajeándolo, poniéndole crema, observándolo esplendoroso y bello, femenino y carnal, sobre una cama hospitalaria, uno no cae en la tentación de darse un homenaje con él? Lo hace Cámara en Hable con ella, atendiendo al guión de Pedro Almodóvar, y quizás, quién sabe, lo harían muchos hombres saltándose el guión de la ley y subyugados por la belleza de Leonor Watling desnuda. Aunque supiesen que está en coma. Pero la tentación, la verdadera tentación, la que puede compararse a la manzana de Eva, sólo tiene grandeza cuando consigue que los hombres caigan en ella saltando por encima de prohibiciones bíblicas.
¿Leonor Watling en pelotas tiene entidad suficiente para ser una tentación irresistible? Sin duda. Esta madrileña casi cuarentona (nació en julio de 1975), hija de padre gaditano y madre británica, lleva ya muchos años alegrándonos la vista desde las pantallas de cine o televisión y desde lo alto de los escenarios como cantante y letrista del grupo Marlango. Hemos visto sus tetas, las tetas de Leonor Watling, en muchas películas. Desde que irrumpiera en el panorama cinematográfico allá por la década de los 90, los directores no han perdido la ocasión de ofrecerle papeles en los que sus pechos tienen, por un motivo u otro, un protagonismo estelar. Lo ha hecho Almodóvar en la ya citada Hable con ella y lo ha hecho Gerardo Vera en Deseo, lo ha hecho Álex de la Iglesia en Los crímenes de Oxford y Mariano Barroso en Lo mejor de Eva.
Y lo hizo, por supuesto, Bigas Luna en su momento. El guionista y director barcelonés nunca perdió la ocasión de rendir homenaje en su obra cinematográfica al pecho femenino (incluso tituló una de sus creaciones con el significativo título de La teta y la luna). Por eso no dudó en escoger a Leonor Watling como protagonista femenina de su película Son de mar, basada en la novela del escritor y periodista valenciano Manuel Vicent. En esa película vimos a Leonor Watling follando con Jordi Mollà y vimos la lengua de Mollà lamiendo con delectación uno de los pezones de la Watling.
Algunas de las imágenes de ese film no se han podido borrar de nuestra memoria. ¿Cómo resistirse, por ejemplo, a la propuesta impúdica y lúbrica de Leonor cuando, vestida con un fresquísimo vestido rojo, se baja las bragas y se tumba en la cama, abriéndose de piernas? No se resiste Mollà, que besa sus pechos y se regala una excursión por el cuerpo de Leonor Watling, y no lo haríamos nosotros, que sucumbiríamos sin duda a tanta femineidad y a tantos encantos como ese cuerpo atesora.
¿Cuántos besos no dejaríamos, por ejemplo, en ese lunar que, junto a su axila derecha, marca el punto de arranque de su seno? ¿Cuántos no dejaríamos sobre el que adorna su pecho izquierdo? Pero no sólo en ellos nos detendríamos. Vemos el culo de Leonor Watling en Los crímenes de Oxford y nuestra imaginación se pierde en un bosque de caricias. ¡Qué encantadoramente familiar y cercana se nos muestra Leonor en esa imagen! Está en la cocina, con su delantal azul claro, desnuda, escurriendo unos espaguetis que ofrecerá a Elijah Wood (el Frodo de El Señor de los Anillos), y nosotros queremos ser los destinatarios de ese plato de espaguetis. Los vemos, vemos el trasero de Leonor Watling, vemos el perfil maravilloso de sus tetas, y queremos sustituir ese plato por su cuerpo, darnos un atracón de él. Nos enamoran sus curvas. Nos enamora el brillo de su mirada. Nos enamora su rostro fresco y despejado. Nos enamora el verla caminar, con su bikini rosa, sobre la cubierta de un velero en Son de mar. O el contemplarla luciendo modelos en un reportaje fotográfico de una revista cualquiera.
La belleza de Leonor Watling es una belleza cercana, una belleza de chica de barrio, una belleza desprovista de la artificiosidad de las divas y de la aparatosidad un tanto acojonadora de los bellezones de relumbrón. Leonor Watling podría ser, por ejemplo, nuestra vecina del quinto. Llevamos años viéndola salir del ascensor y, aunque ya empezamos a apreciar en ella las huellas del tiempo (sus pechos ya no lucen igual que hace unos años en películas como, por ejemplo, Malas temporadas), seguimos deseándola como la deseamos el primer día que la vimos. Con ella iríamos al cine, a cenar, a pasar un fin de semana en una casa rural, a pedir una hipoteca, a comprar muebles, a presentarla a la familia en las reuniones familiares. ¡Qué novia más guapa te has echado!, nos dirían nuestros tíos, y ella sonreiría educadísima y radiante, cercana y sensible, atractiva y lista. Y nosotros la miraríamos y, al mirarla, desearíamos que esa reunión acabase cuanto antes para poder salir de ahí, estar a solas con ella, pedirle matrimonio y, con un poco de suerte, volverla a ver como la vimos hace sólo unas horas, desnuda, a horcajadas sobre nosotros, follándonos con una sonrisa resplandeciente en los labios y la mirada luminosa y enfebrecida de la pasión.
Después, cuando la vemos salir de la portería, volvemos a la realidad. Y la realidad es la de su ya larga relación con el cantautor uruguayo Jorge Drexler y la de los dos hijos que tiene con él. La decepción, entonces, se apodera de nosotros. La ilusión se esfuma y un regustillo a fracaso se apodera de nosotros. Pero lo que se resiste a abandonarnos es el calentón que Leonor nos ha dejado en la entrepierna. Todo lo que hemos imaginado hacer con ella, sin embargo, se esfuma en el aire: las mamadas de escándalo, el contacto de sus tetas grandes y hermosas en la cara, su cuerpo cabalgando sobre el nuestro… Es entonces cuando echamos mano de la imaginación (ella siempre nos ha salvado) y convertimos a cualquier de las escorts de esta web para transformar a la prostituta de lujo que elijamos en nuestra Leonor Watling particular. Ella se bajará las bragas para nosotros. Ella se desnudará para ofrecernos la maravillosa y excitante visión de un cuerpo escultural. Ella nos lo ofrecerá para que nos corramos en él. Ella nos hará la mejor de las mamadas. Ella se pondrá a cuatro patas para que nosotros nos la follemos mientras soñamos con el cuerpo magnífico de Leonor Watling. Cuando nos deshagamos de placer y de deseo sobre el cuerpo de nuestra prostituta de lujo, seguramente habremos olvidado, durante un tiempo, la belleza cercana de Leonor Watling, nuestra imaginaria vecina del quinto.
Cuando todo haya pasado, cuando nuestro encuentro con nuestra fantástica escort haya finalizado, volveremos de nuevo a soñar y, tal vez, a masturbarnos mientras miramos unas cuantas fotos de Leonor Watling como las que te dejamos aquí: