Antología erótica
No: la literatura erótica no la inventó E.L. James ni nació con su trilogía Cincuenta sombras de Grey. El Marqués de Sade, Voltaire, Sacher-Masoch o el Conde de Mirabeau (por citar algunos nombres de autores anteriores al siglo XX) ya habían dejado páginas memorables antes de que la autora británica firmase esa trilogía que, más allá de sus virtudes literarias (escasas según muchos críticos), ha conseguido convertirse en un best seller y en un fenómeno de masas.
Para demostrar que la literatura erótica ya existía antes del siglo XX y que el nivel de la misma era muy alto, el traductor, escritor y periodista Mauro Armiño ha seleccionado una serie de novelas eróticas de los siglos XVIII y XIX para que formen parte de Los dominios de Venus, un volumen antológico editado por la Editorial Siruela y con el que se pretende demostrar cómo diferentes autores plasmaron los diferentes comportamientos sexuales propios de la época.
Los ocho títulos seleccionados para formar parte de Los dominios de Venus plasman, cada uno a su manera, un cambio histórico en la literatura erótica respecto a lo que se había narrado hasta entonces. Es en estas obras donde ya se describe la relación sexual amorosa. No hay elipsis. No se elude lo escabroso. Aquí se narra y se cuenta. Y se cuenta con pelos y señales.
¿Qué obras son las ocho novelas eróticas seleccionadas por Mauro Armiño para componer esta maravillosa antología erótica que es Los dominios de Venus?
- El portero de los cartujos, de Gervaise de Latouche. Una tirada de 2.000 ejemplares convierte a esta obra en una especie de best seller de la época. ¿El argumento? Las obscenidades acaecidas en el interior de un convento. El libertinaje de ciertos clérigos siempre ha sido un tema muy grato para los narradores eróticos, y El portero de los cartujos se convierte en un relato prototípico en dicho aspecto.
- Teresa Filosófica, de Boyer d’Argens. Esta novela erótica, citada por el Marqués de Sade en Historia de Juliette, es definida por Mauro Armiño como un “canto al epicureísmo”.
- Fanny Hill, de John Cleland. Este libro, con el subtítulo “Memorias de una mujer de placer”, fue prohibido durante un siglo. A su autor le costó pasar por la cárcel por escribir una obra obscena. La novela narra la historia de una joven de provincias que se traslada a Londres para probar fortuna y acaba ejerciendo la prostitución. Su vida como pupila en distintos burdeles y su ascenso social gracias a ese tipo de vida centra el argumento de esta novela erótica editada en 1748.
- El libertino de calidad, del Conde de Mirabeau. Este autor francés que vivió entre 1749 y 1791 cuenta en esta novela erótica algo inhabitual: la historia de un hombre dedicado a la prostitución. Escrita en la prisión de Vincennes, El libertino de calidad es, pues, la historia de un gigolo.
- Gamiani, dos noches de pasión, de Alfred de Musset, es, por su parte, la historia de una relación lésbica y un trío. Cielo, infierno, dolor y placer se entremezclan en esta novela erótica que, según se dijo en su tiempo, sobrepasa en muchos fragmentos el paroxismo erótico del Marqués de Sade.
- La Venus de las pieles, de Sacher-Masoch. El sadomasoquismo es el tipo de sexualidad que inspira las páginas de esta novela erótica. En ella se cuenta cómo Severin se enamora de una mujer e, iniciada la relación con ella, la convence para que le trate como un esclavo. El juego de dominio y sumisión centra las prácticas sexuales de esta pareja.
- Carta a la Presidenta, de Théophile Gautier, narra el deambular de varios artistas en torno a una mantenida. La prostitución de salón es la protagonista de esta novela.
- La mujer y el pelele, de Pierre Louys, editada en 1898, es heredera directa del éxito de Carmen de Merimée. La mujer y el pelele es una historia de pasión obsesiva y autodestructiva que ha sido llevada al cine en diversas ocasiones.
Cada una a su manera, cada una de estas novelas eróticas plasman un modo de concebir la sexualidad y una historia o series de historias asociadas a ellas. Todos los lectores de novela erótica estamos de enhorabuena con esta edición de Siruela. Gracias a esta edición podremos reencontrarnos con viejos títulos, descubrir algunos nuevos y, en todo momento, gozar con la sensualidad erótica de lo descrito mientras saboreamos el modo de decir de los buenos literatos. En este sentido, debemos agradecer a Mauro Armiño y a la editorial Siruela el trabajo conjunto y la edición de Los dominios de Venus. Esta misma alianza de recopilador y editorial ya nos subyugó hace unos años con Cuentos y relatos libertinos, una magnífica recolección de relatos y cuentos que, entre el fin del reinado de Luis XIV y el estallido de la Revolución Francesa, daban cuenta de las inquietudes sexuales de la gente de la época y que aparecían firmados por autores de la talla de el Marqués de Sade o de Voltaire. Zambullirse en la buena narrativa erótica es siempre fuente de un doble placer: el que se deriva de saborear la buena literatura y el que, lógicamente, se deriva de leer escenas subidas de tono que, al tiempo que nos enseñan a cómo gozar más y mejor de nuestro cuerpo, nos predispone para ese goce.