Surrealismo fotográfico
“El surrealismo soy yo”, proclamó un día aquel iluminado y magnífico publicista de sí mismo que fue Salvador Dalí. Con esa frase pretendía el pintor de Figueres convertirse en el estandarte de uno de los movimientos culturales más atractivos de inicios del siglo XX. Basado en las teorías psicoanalíticas derivadas de las obras de Sigmund Freud, el surrealismo intentaba reflejar el funcionamiento del subsconciente. Muchos de los mejores cuadros de Dalí intentan reflejar eso. Y muchos de ellos han quedado como representación casi simbólica de ese movimiento tan en conexión con lo onírico.
Pero el surrealismo fue algo más que La persistencia de la memoria, El gran masturbador o Metamorphosis of Narcissus, algunos de los cuadros más famosos del propietario de uno de los más famosos bigotes del siglo XX. El surrealismo también fue el terreno en el que brillaron artistas de la talla de André Breton, Paul Éluard, Max Ernst, Magritte y, por supuesto, Man Ray.
Man Ray es el nombre artístico de Emmanuel Radnitzky y el del fotógrafo cuya obra fotográfica siempre quedará asociada al surrealismo. Nacido en 1890 en Filadelfia en el seno de una familia de inmigrantes ruso-judíos, Man Ray fue casi francés de vocación. En Francia pasó la mayor parte de su vida desde que llegara en 1921 y en el bohemio barrio parisino de Montparnasse encontró lo que él llamaba su casa. Atrás quedaban varias experiencias artísticas en Nueva York (donde había fundado junto a Marcel Duchamp y a Francis Picabia el movimiento dadá neoyorquino y donde había experimentado con aerógrafos sobre papel fotográfico).
En sus primeros tiempos en París, Man Ray se decantó por el uso de la fotografía como método de expresión. Como todos los surrealistas, inspirado por las teorías psicoanalíticas de Freud, Man Ray intentó adentrarse en el laberinto del deseo inconsciente para poder mostrarlo. Entendiendo a la fotografía como a una proyección del pensamiento y rehuyendo la utilización de técnicas que no fueran directamente fotográficas (por ejemplo, el foto-collage), Man Ray persiguió la realización de una imagen abstractamente simbólica que tuviera un gran impacto visual y que, al mismo tiempo, sirviera para mostrar ese magma de deseo inconsciente que habita dentro del ser humano.
Las modelos de Man Ray
Para plasmar ese deseo inconsciente Man Ray recurrió a varias modelos con las que realizar sus fotografías de desnudos. Una de las modelos más recurrentes en su obra fue su amante Alice Prin (modelo, cantante y actriz francesa conocida en los círculos bohemios parisinos como Kiki de Montparnasse y convertida en musa de varios artistas durante aquellos locos años veinte), así como alguna asistente que prestó su cuerpo para que la cámara de Man Ray la inmortalizara convirtiéndola en símbolo y abstracción del deseo y el erotismo. Una de esas asistentes fue, también, su musa y amante Lee Miller. Con ella perfeccionó la técnica de la solarización. Esta técnica, consistente en el velado parcial del negativo para separar de alguna manera la figura del fondo, sirvió a Man Ray para plasmar ese erotismo surrealista que él intentaba plasmar en sus desnudos.
Para mostrar ese erotismo surrealista Man Ray se sirvió de espacios ordinarios y cotidianos. Nada en el paisaje debía robar protagonismo al cuerpo de la modelo. El cuerpo desnudo era el protagonista absoluto de las fotografías de desnudo de ese gran retratista que fue Man Ray. En el haber de Man Ray (y para dar fe de la autoridad de este fotógrafo en el arte del retrato) hay que apuntar el nombre de algunos sus retratados. Desde Picasso a Cocteau, desde Coco Chanel a James Joyce, desde Virginia Wolf a Ava Gardner, desde Igor Sgtravinsky a Antonin Artaud. Todos esos nombres han posado para Man Ray. Y también Buñuel, Dalí o Catherine Deneuve. Incluso el gran escritor francés Marcel Proust posó para Man Ray. El genio francés que consiguió capturar el tiempo perdido mediante el uso mágico de la literatura y que tantas bellas páginas dejó para la historia no dejó para la posteridad, sin embargo, una imagen demasiado favorecedora. Acababa de morir cuando Man Ray pulsó el disparador de su cámara y sólo nos ha quedado la imagen de su cadáver.
Pero, más allá de ser un magnífico retratista, Man Ray fue un experimentador nato, un buscador de nuevos horizontes y, como tal, alguien preocupado por plasmar esa mezcla de lógica y fantasía que se da en los territorios del sueño. Para hacerlo, Man Ray optó por la utilización de tres técnicas. Una de esas técnicas es la ya citada de la solarización. Otra, la de la doble exposición o sobrexposición, obtenida a partir de la realización de varias obturaciones sobre un mismo negativo. La tercera, y quizá una de las más importantes por su carácter innovador, fue el llamado “rayograma” u obtención de la imagen sin cámara, es decir, colocando diversos objetos sobre papel fotosensible para que sobre éste quede impresionada la silueta de dichos objetos.
Acompañando a este texto puedes descubrir alguno de los desnudos surrealistas firmados por Man Ray. Uno de ellos seguramente ya lo conecerás. Después de todo, es una de las imágenes más emblemáticas de la historia de la fotografía erótica. Es la titulada El violín de Ingres. La espalda y las caderas fotografiadas corresponden a Kiki de Montparnasse. Música y sensualidad se trenzan en esta imagen para crear un desnudo inmortal.