Cambiar el mundo cambiando el sexo
Cambiar el concepto de sexualidad para después, gracias al sexo, poder cambiar el mundo. Convertir lo erótico en mecanismo de cambio y lo erótico en instrumento de lucha. Conseguir que la industria del porno introduzca en sus mecanismos de funcionamiento mayores niveles de ética laboral, así como mayor libertad de contenidos. Ésos son algunos de los objetivos principales de Mantis Lab, un laboratorio de creación artística formado por la diseñadora, performer, productora y activista del porno alternativo Anneke Necro y del músico y compositor Sade y destinado a reflexionar y experimentar en torno a la sexualidad establecida y a pensar en nuevos contenidos de carácter sexual.
Lo que los miembros de Mantis Lab intentan perseguir con su trabajo es enfrentar al espectador con algo nuevo y sin catalogar, algo desconocido hasta entonces y que no tiene nada que ver con el porno que está habitualmente a ver. Lo que los miembros de Mantis Lab intentan al rodar y exhibir sus obras es provocar todo tipo de reacciones. Serán los espectadores de sus obras quienes, al contemplarlas, tengan que analizar sus propias reacciones.
Anneke Necro, lo cuenta en un artículo de Aïda Camprubí para El País, ha trabajado para toda una referencia del llamado “porno feminista”, la guionista, productora y directora sueca radicada en Barcelona Erika Lust. A Necro le sorprendió el volumen de la infraestructura del equipo de Lust para rodar una película. En Mantis Lab las cosas funcionan de una manera mucho más íntima y el tipo de vídeos será, también, muy diferente no ya a los vídeos propios del porno tradicional, sino también a los vídeos de la propia Erika Lust. En los vídeos de Mantis Lab se incluirán rituales, humor negro, ciencia ficción y, según sostiene Anneke Necro en el citado artículo, fantasía, mucha fantasía.
¿Qué tipo de porno y a qué público irá destinado el grabado por Mantis Lab? Un porno alternativo que, yendo más allá de lo que podríamos considerar la heteronormatividad, pueda gustar a todo el mundo. Para filmar dicho porno Mantis Lab no busca actrices ni actores. Busca performers. ¿Por qué? Porque en los films de Mantis Lab no se actúa, se folla realmente.
De entre los videos que podemos encontrar en el catálogo de trabajos de Mantis Lab podemos encontrar uno, Larva, que, desarrollándose en una habitación japonesa, tiene reminiscencias manga. U otro en que se invoca a un monstruo. O Violet, rodado en un estanque sobre el que cae una cascada.
Contenido artístico senso-sexual
Lo que sí quieren dejar claro los miembros de Mantis Lab es que Mantis Lab no debe ser entendida como una productora porno al uso, sino como un laboratorio en el que, ése es el deseo expresado por Anneke Necro en el citado artículo de Aïda Camprubí, tenga cabida la pintura, la fotografía o la escritura. Después de todo, lo que Mantis Lab persigue no es otra cosa que producir contenido artístico que puede ser sensual o sexual. El contenido elaborado por Mantis Lab es un producto marcadamente interdisciplinar. En él, la música utilizada o la banda sonora deforman o, en cierto modo, crea el sentido de la imagen o la historia. Y al revés: la música y su significado sufren la influencia directa de la imagen. Se produce, pues, una mutua retroalimentación.
A la hora de hablar de cómo el proyecto de Mantis Lab puede ser llevado a la práctica, sus miembros hablan de las dificultades que encuentran para comercializar sus productos. Para empezar, señalan, las plataformas de pago como MasterCard o Visa no permiten la venda de material en el que se recojan ciertas prácticas. Para poder contar con la colaboración de dichas plataformas, los contenidos creados deberían carecer, por ejemplo, de escenas de BDSM duro, de asfixia o de sangre, aunque sean menstrual.
Los miembros de Mantis Lab, al hablar de los límites que deberían existir en los productos grabados, hablan de que los límites deben establecerse allá donde llegue el consentimiento mutuo de las personas que aparecen en él. En el porno mainstream, sostienen, en demasiadas ocasiones se producen escenas de pornografía no consensuada. Anneke Nekro lo cuenta en el citado artículo de Aïda Camprubí con las siguientes palabras: “se lleva a las actrices al límite y no se para cuando lo piden”.
El modelo máximo del consentimiento y el pacto, señala Nekro, es el BDSM. En él, el consentimiento es “crucial”. Nekro, que dice haber llegado al BDSM a partir de una evolución lógica y natural, se autodefine como una sádica que está abierta a nuevas experiencias y que exige dos condiciones de obligado cumplimiento a su sumiso. La primera es que sea masoquista. La segunda, que sea educado. Si se cumplen estos principios, Anneke Nekro está abierta a la posibilidad de disfrutar de un encuentro marcado por Eros.