La magia de un rostro
Hay rostros que uno no se cansaría nunca de mirar, rostros que no dejan de sugerirnos sueños sin medida, rostros que convocan en nosotros utopías sin fin y que las hacen florecer y crecer hasta alturas inalcanzables. Los rostros de los que hablamos nos dejan al borde mismo del anonadamiento. Los contemplamos y sentimos lo que dicen que sintió Stendhal cuando visitó la florentina Basilica di Santa Croce. Desde entonces, desde que Stendhal contara su visita a la famosa basílica y describiera el intenso latido y la especie de mareo que se apoderó de él tras contemplar esa maravillosa obra de la arquitectura medieval que sirve para embellecer, junto a tantas otras obras, la ciudad de Florencia, a esa mezcla de confusión y vértigo, a esa especie de borrachera de los sentidos que uno experimenta cuando se enfrenta a algo particularmente bello se le llama “síndrome de Stendhal”.
Seguramente algo parecido al “síndrome de Stendhal” fue lo que sentimos cuando, hurgando en el vientre de internet, ese saco sin fondo, en busca de material para realizar un artículo sobre películas que, de un modo u otro, abordaran el tema de la prostitución o fueran protagonizadas por personajes que ejercieran ficticiamente la prostitución, nos topamos con el rostro apenas calificable de la bella actriz francesa Marine Vacth.
Y decimos apenas calificable porque, puestos a adjetivar, ¿qué adjetivos podríamos escoger para calificar el rostro de Marine Vacth? ¿El de sensual? ¿El de voluptuoso? ¿El de virginal? ¿El de concupiscente? ¿El de insinuante? ¿El de perturbador? ¿El de bello?
Seguramente todos esos calificativos (y algunos más) podrían servir para calificar no sólo el rostro de Marine Vacth, sino toda su figura. Bastó una película, Joven y bonita, para convertir a Marine Vacth en un icono de sensualidad y erotismo. En esa película, dirigida por François Ozon, estrenada en 2013 y nominada a la Palma de Oro en el Festival de Cannes, Marine Vacth interpreta a Isabelle, una adolescente parisina de 17 años, hija de buena familia, que se dedica a escondidas a la prostitución de lujo.
Corrimos como locos a ver Joven y bonita y sentimos en nosotros el aguijonazo del “síndrome de Stendhal”. Cada primer plano del rostro de Marine Vacth nos golpeaba como sólo puede golpear el enamoramiento. Quedamos en estado de shock al contemplar los labios de Marine Vacth y nos sentimos repentinamente sucios y viejunos y un poco corruptores al sentirnos traspasados por todo tipo de pensamientos, no todos ellos limpios. Lo de menos, claro, fueron los besos que llegamos a imaginar. Después de todo, es difícil mirar una fotografía de Marine Vacth y evitar pensar que en sus labios paraece anidar siempre un beso dispuesto a emprender el vuelo. Mullidos, cálidos, sensuales, carnales, seductores, incitadores… Cualquiera de estos adjetivos, también, le cuadran bien a los labios de Marine Vacth.
La belleza de Marine Vacth fue captada, según se cuenta, por un agente de modelos en una tienda H&M del barrio parisino de Ópera. Él fue quien, viendo a Marine Vacth cuando ésta tenía quince años, al contemplar sus ojos azulverdosos y dulcemente soñadores y su estilizada figura, pensó: “esta chica puede ser modelo”. Un hacha, el tío. Sin duda, y este ejemplo creo que nos lo demuestra, los agentes de modelos no lo son tanto por tener un sexto sentido para descubrir el diamante en que en ocasiones puede convertirse un trozo de carbón como por tener el don de estar en el momento adecuado en el sitio adecuado. Y el agente que descubrió a Marine Vacth lo estaba aquel día tras entrar en aquella tienda.
Aún habrían de pasar cinco años para que Marine Vacth protagonizara su primera película (lo haría en 2011, en la película de Cédric Klapisch Ma part du gâteau), pero su rostro estaba llamado a convertirse en uno de los más sugerentes del nuevo cine francés. La firma Yves Saint Laurent, por ejemplo, escogió a Marine Vacth para suceder a la archiconocida Kate Moss en la promoción publicitaria de sus perfumes.
Sueños parisinos
¿Sugerente? Sin duda. Resulta casi imposible permanecer indiferentes ante el derroche de sensualidad de una Marine Vacth que, con la visión de los Inválidos al fondo, cruza el Puente Alexandre III en dirección al Grand Palais pisando fuerte, sabiéndose bella y deseada, despojada completamente de ese aire melancólico y soñador que sus ojos suelen mostrar y que tanto nos han hecho soñar con la utopía de pasear de su mano por las calles de un París siempre romántico.
Miramos a Marine Vacth y soñamos mil y una escenas románticas vividas con el telón de fondo de la capital francesa. Miramos a Marine Vacth y nos entregamos sin esfuerzo al sueño de sentirnos enamorados moradores de una buhardilla de Montmatre o de un cuartucho de pensión en el Quartier Latin. En nuestra imaginación, aquejada de síndrome de Stendhal, podemos soñarnos perfectamente el Amedeo Modigliani que, ebrio de deseo y de licor, pinta a su musa, esa mujer estilizada y bella que, tumbaba sobre un diván, exhibe su desnudez y su erotismo como quien levantara un estandarte de libertad. O podemos soñarnos, infectados de cinematografía, el Rick Blaine que escucha las sirenas de alarma y el estruendo de los bombardeos alemanes mientras besa a la bella Ilsa Lund junto a la ventana de un bistrot parisino apenas horas antes de saber qué herida tan profunda puede dejar en nosotros una mujer que nos deja. O podemos imaginarnos, al contemplar una fotografía de Marine Vacth, cualquier enamorado que, con su enamorada de la mano, paseara sin pensar en el mañana por las orillas del Sena, por los Campos Elíseos o por el Bois de Boulogne.
A todos esos sueños parisinos nos conduce el contemplar el rostro de Marine Vacth, su desnudez tan aparentemente frágil como turbadora. Uno piensa en Marine Vacth desnuda y piensa en una virginidad a punto de quebrarse, en una pureza mancillada. Quizás pesan en nosotros las imágenes de ese film, Joven y bonita, que permanecerán en nosotros de por vida. Y es que las imágenes de Marine Vacth desnuda y follando pertenecen a ese tipo de imágenes que tienen el don de permanecer ajenas al paso del tiempo. En las imágenes de Joven y bonita que muestran a Marine Vacth desnuda y follando no pueden hincarse los dientes de los años. Son inmunes al óxido de los días. Por eso Marine Vacth, pasen los años que pasen, permanecerá en nuestro recuerdo como una vez la vimos y como siempre la soñaremos, joven y bonita.
Divina
Angelical