La fría perfección de las modelos
Entendemos la polémica. Entendemos que tantas voces se alzaran preguntándose si era ético que una muchacha que apenas contaba con 13 años de edad saliera tan ligera de ropa como tú salías en aquella revista de tu Australia natal. Pero, al fin y al cabo, tú eras la ganadora del concurso convocado por la revista Dolly Magazine, y atendiendo a tu belleza, ¿cómo iba un editor en sus cabales a renunciar a la oportunidad de brindar imágenes de toda aquella belleza, natural y casi angelical, a todo una caterva de ansiosos lectores y lectoras?
Tuvimos complejos pederásticos cuando te miramos, Miranda Kerr, pero no fuimos capaces de resistirnos al hechizo de tus ojos azul zafiro ni al de aquella melena castaño clara de adolescente recién salida de misa de domingo. Con el tiempo hemos descubierto que no importa cómo esa melena vaya peinada. No importa si llevas el cabello anudado sobre tu cabeza, formando un gracioso nudo, Miranda Kerr, ni si lo dejas caer, libre, permitiendo que algunas mechas de él se ondulen sobre tus hombros. Tampoco importa si colocas sobre él una diadema o si te marcas una raya al medio para retirar el cabello por detrás de las orejas. Lo hagas como lo hagas, Miranda Kerr, tu cabello siempre enmarca un rostro angelical y sonriente, un rostro que invita a disfrutar de la vida.
Podríamos hablar, claro, de tu estatura. O dar las medidas exactas que se recogen por ahí, esos 88-61-87 que deberían ser la confirmación de tu espectacular figura y que no son sino un rosario de datos fríos que nunca podrán dar cuenta de tu elegancia al moverte, Miranda Kerr, de tu evidente sensualidad te vistas como te vistas o de tu postura siempre perfecta a la hora de posar. Que eso sea así podría hacerte parecer una simple y sosa muñequita de porcelana desprovista de sentimientos y de, casi, inteligencia.
Un maniquí de carne y hueso: eso podría parecer a nuestros ojos sucios toda tu inmaculada perfección de exquisita modelo, esa colección de encantos maravillosamente reunidos y repartidos por tu 1,75 cm de estatura y que te ha permitido convertirte en la imagen de marcas como Billabong, Chanel, Dior, Levi’s y Prada o en uno de los más maravillosos ángeles de Victoria’s Secret que han existido. Y esa aparentemente fría perfección de maniquí, Miranda Kerr, podría jugar muy en tu contra a la hora de conseguir la rendida admiración de nuestro deseo.
Pero está tu sonrisa, Miranda Kerr; esa sonrisa que nunca te abandona. Nos cuesta encontrar una foto natural en la que no la luzcas. Parece la sonrisa de una mujer satisfecha de la vida, agradecida por cada día que tiene la suerte de vivir. Una mujer que nos haría sentirnos optimistas y felices con sólo pasear de su mano por Central Park. Pasearíamos por la maravillosa extensión del parque neoyorquino contigo de la mano y leeríamos la mirada envidiosa de todos los que se cruzaran con nosotros. Leeríamos eso y también los vaivenes de su imaginación. Estamos seguros de que ellos imaginarían a Miranda Kerr desnuda. Estamos seguros de que ellos imaginarían a Miranda Kerr follando. Y lo estamos porque nos embarga la certeza de adivinar que ellos imaginarían, ni más ni menos, lo que nosotros ya imaginamos cuando te vimos por vez primera luciendo tus maravillosos encantos de chica de secundaria en aquella revista de tu Australia natal que levantó aquella polvareda sobre la conveniencia o no de fotografiar a chicas tan jovencitas a un paso de la desnudez absoluta.
Esa imagen de tu desnudez ya imaginada en aquellos lejanos días de 1997 fue adquiriendo matices conforme te fuimos conociendo. Supimos que habías estudiado Nutrición y Psicología de la Salud. Supimos que eres una amante apasionada del yoga. Supimos que colaboras con ONG´s encargadas de luchar por el cuidado del medio ambiente y la naturaleza. Supimos que te habías comprometido con la defensa del koala posando para la revista Rolling Stone, desnuda, atada a un árbol. Supimos que habías abierto una línea cosmética de tratamientos orgánicos (Kora Organics) y que habías editado un libro, Treasure Yourself, en el que recoges pensamientos, recuerdos y lecciones que pueden servir de autoayuda a todos sus lectores. Supimos que eras una defensora de la lactancia materna cuando te vimos, en una fotografía, dando el pecho a Flynn Christopher, el hijo que tuviste hace cuatro años, cuando estabas a punto de cumplir 28, con Orlando Bloom.
Fuimos sabiendo todo eso y de nuevo volvió a nosotros la vieja sensación de que tu belleza y tu perfección eran la fría y descorazonadora perfección de las muñecas de porcelana y los maniquís de escaparate. Demasiado pura. Demasiado limpia. Demasiado hermosa. Sentimos entonces la imperiosa necesidad de ampliar los límites de nuestra imaginación. Ya no nos bastaba con imaginar a Miranda Kerr desnuda para sentir el ardor del deseo en nuestra entrepierna. Ya no nos bastaba con imaginar a Miranda Kerr follando para sentir la incandescencia de nuestra cachondez. Necesitábamos imaginar que mancillábamos dicha perfección para hacérnosla más asequible, mucho más deseable. Y nuestra imaginación acudió al rescate de nuestro deseo para proporcionarnos nuevas escenas. En esas nuevas imágenes recorríamos tu anatomía, Miranda Kerr, con la punta de nuestra lengua, saboreábamos la dulzura de tus labios, endurecíamos tus pezones, lamíamos la quebrada salina de tu vagina, nos hundíamos en la hondonada dorada de tus nalgas y ensalivábamos ese pozo de exquisitas sensibilidades que ellas ocultan para facilitar la entrada triunfal en él de nuestro deseo renacido. De éste, al final, sólo quedaba, finalizado el carrusel de imaginadas imágenes, un brochazo blanquecino sobre las suaves concavidades de tus pechos y un rastro de baba sobre tus labios. Éstos sonreían como en tantas y tantas fotos, devolviéndonos de nuevo una imagen de carne y hueso, la calidez de un ser humano que hubiera conseguido, al fin, liberarse de su prisión de porcelana y couché.
Y con esa imagen marchamos, enardecidos y ardientes, en busca de una mujer que nos calmara todo ese ardor que tus fotos y la imaginación habían hecho brotar en nosotros. La encontramos en GirlsBcn Tv y ella, cariñosa y entregada, lujuriosa y bella, nos sumergió en un universo de placer en el que no tenía cabida la frialdad de la porcelana.