La censura de lo erótico
Ha sido una constante a lo largo de la Historia. El ser humano, el mismo que ha construido museos para exponer cañones, carabinas, espadas, arcos y flechas, metralletas, lanzas, obuses, dagas, floretes, espingardas, culebrinas y todo tipo de instrumentos o armas destinada a lo que se ha dado en llamar el “arte de la guerra”, ese mismo ser humano, ha decidido en demasiadas ocasiones ocultar en gabinetes y salas secretas de esos u otros museos pinturas y esculturas que, por mostrar a las claras los entretenimientos a los que solemos entregarnos las personas cuando nos vemos arrebatadas por el deseo, han sido consideradas demasiado pornográficas como para ser expuestas.
No vamos ahora a ahondar en la crítica de la macabra e inmoral decisión de asociar la palabra “arte” a uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis igualando así el bombardeo de una ciudad y de su correlato de cadáveres destripados e inocentes aplastados por techos y paredes derribados con la maravillosa combinación de técnica, imaginación y compromiso ético que puede hacer que una persona, horrorizado ante un hecho semejante, pinte un cuadro como el Guernica. No es nuestra intención elevar aquí la bandera pacifista para clamar contra los horrores de la guerra y contra la cainita actitud que, históricamente, ha mostrado el ser humano contra sus semejantes. Lo que sí queremos destacar aquí es cómo la censura, de inspiración marcadamente religiosa, ha encontrado históricamente en el erotismo una víctima propiciatoria.
Esa motivación represora de inspiración inquisidora ha hecho que algunos de los museos más importantes del mundo hayan poseído en algún momento de su historia su propia sala secreta, una especie de museo erótico secreto dentro del propio museo al que sólo podían acceder cuatro privilegiados y que estaba llena de obras que, por uno u otro motivo, atentaban, al decir de las mentalidades más puritanas de la época, contra el pudor y la moral de los mortales. Así, el armario 55 del British Museum o el Gabinete de Objetos Obscenos de Nápoles son algunos de esos espacios secretos que algunos museos tuvieron o tienen reservados al erotismo y a los que nosotros hemos dado en llamar museos eróticos secretos.
Museo erótico secreto del British Museum
El armario 55 del British Museum contenía una fantástica colección de objetos fálicos, condones utilizados en el siglo XVIII, dibujos eróticos, falos de todo tipo… Algunas de estas piezas, poco a poco, han ido viendo la luz. Hay algunas, sin embargo, que siguen ocultas en ese museo erótico secreto que, en cierto modo, es el mítico armario 55.
La progresiva adecuación del British Museum, tan victoriano en sus planteamientos originales, a unos tiempos y a una sociedad más abiertos mentalmente a todo lo que tenga que ver con el erotismo y la sexualidad, ha conseguido que se corrijan poco a poco actitudes que, vistas desde nuestra mentalidad actual, rozaron el ridículo.
Un ejemplo de hasta qué punto el modo de pensar victoriano influyó en la creación y contenidos de ese museo erótico secreto que es el llamado armario 55 es esa magnífica pieza de arte oriental que es la Estatua Budista de Tara. Esta figura de bronce macizo recubierta de oro y de tamaño casi natural que representa a una mujer de sinuosas curvas, con el pecho descubierto y vestida en la parte inferior con un sarong, pudo por fin ver la luz tras haber estado oculta en el Secretum, un espacio que había sido creado en 1865. En esa fecha, un coleccionista privado, George Witt, donó al British Museum una magnífica colección de objetos eróticos y fálicos que había ido recolectando durante sus viajes por todo el mundo. Las autoridades rectoras del museo valoraron positivamente la importancia antropológica e histórica de las piezas legadas pero decidieron ocultarlas a la vista del público. Es decir: crearon un museo erótico secreto dentro del mismo museo.
432 piezas en total conformaban la colección de George Witt. En su mayor parte, ésta estaba formada por falos de las más diferentes culturas. Asirios, egipcios, griegos, romanos, medievales, con ojos, con alas, chinos, japoneses… los falos que formaban la colección legada por Witt al British Museum demostraba cómo el hombre, a lo largo de los siglos, no había dejado de prestar atención ni de rendir pleitesía a una parte tan concreta de su anatomía.
Dentro de la colección de Witt hay que destacar también nueve álbumes que, encuadernados en cuero, recogían dibujos, acuarelas, descripciones e ilustraciones diversas de objetos recogidos en otras colecciones públicas y privadas repartidas por el mundo.
Todas estas piezas conformaron el que se puede considerar uno de los museos eróticos secretos más importantes del mundo. Junto a ellas hay que destacar igualmente las contenidas en el llamado Gabinete de Objetos Obscenos de Nápoles. Éste fue, sin duda, un ejemplo prototípico de hasta qué modo la mentalidad censora de las autoridades civiles y eclesiásticas condenaban a estas piezas de incalculable valor antropológico a la oscuridad de estos museos eróticos secretos.
Gabinete de Objetos Obscenos de Nápoles
El descubrimiento de las ruinas de Herculano y Pompeya (ciudades sepultadas tras la erupción del volcán Vesubio en el año 79 d.C.) permitió recuperar una gran cantidad de piezas de gran valor arqueológico y antropológico y de una innegable connotación erótico-pornográfica. Las primeras piezas recuperadas fueron expuestas en el Real Museo del Palacio de Portici de Nápoles. A la sala XVIII de dicho museo fueron destinadas las piezas de carácter más marcadamente erótico. Dicha sala, que fue denominada el “Gabinetto Segreto”, sería el germen de lo que habría de ser el Gabinete de Objetos Oscenos, es decir, del gran museo erótico secreto de la ciudad de Nápoles.
¿Qué se acumulaba en dicha sala? Muchos objetos, todos ellos de un carácter erótico muy patente. Por ejemplo: en la oscuridad censora del Gabinetto se ocultaba un gladiador con falo con forma de perro. O sátiros con el pene erecto disfrutando de la compañía de hermafroditas o participando en juegos eróticos con aire de orgía. O, la más famosa de todas, una representación de Pan (dios de la fertilidad y de la sexualidad femenina que perseguía por los bosques a ninfas y a muchachas) haciéndoselo con una cabra.
Para acceder a la contemplación de las piezas de esta especie de museo erótico secreto había que disponer de una invitación especial. Sólo quiénes la poseían podían conocer el contenido de la misma. La visita en 1819 de quien había de convertirse en rey de Nápoles (Francisco I) y su indignación al contemplar aquellas piezas tan subidas de tono hizo que las piezas eróticas fueran a parar a una sala especial que sólo podría ser visitada por personas de moral reconocida y edad madura. Esa sala especial, especie de museo erótico secreto de la ciudad de Nápoles, es lo que se conoce con el nombre de Gabinete de Objetos Obscenos.
La mayor o menor permisividad para entrar en dicha sala fue variando a lo largo de los años. Si Garibaldi relajó las normas para poder visitarla, la llegada al trono de la Casa de Saboya tornó más estrictas esas mismas normas. Lo mismo sucedió durante el tiempo que Mussolini estuvo en el poder e, incluso, después de la II Guerra Mundial. Sólo en 1967 se permitió la entrada en dicha sala aunque sólo fuera a los hombres. Las mujeres no pudieron pisar este interesante museo erótico secreto hasta el año 2000, cuando este Gabinete de Objetos Obscenos se abrió a todo tipo de público.
En la actualidad, el Gabinete está perfectamente organizado y el visitante puede contemplar las diferentes vertientes (religiosa, cultural, cómica, mágica, funeraria, lúdica, etc.) desde las que ha podido ser contemplado lo erótico. Todos los amantes del erotismo deberían incluir este antiguo museo erótico secreto en su guía de viajes.