La belleza que vino del Este

Lo habíamos prometido una y mil veces. Queríamos ser los hombres duros que estaban a resguardo de las trampas que la belleza usa para engatusar al ser humano. No: no volveríamos a enamorarnos. Seríamos adoradores de la belleza, sí. Nos emborracharíamos de ella cuando tocase, sí. Sabríamos valorar la sensualidad espectacular de unos labios carnosos, la cachondez prometida por un vaivén al caminar o la rotundidad acogedora y nutricia de unos pechos que supieran luchar contra la gravedad sin precisar de la desangelada ayuda de la silicona. Nunca olvidaríamos que en la entrepierna y en el trasero de la mujer se esconden tantos placeres como paraísos seamos capaces de imaginar, pero siempre sabríamos que esos tesoros deberían ser valorados sin emplear para ello argumentos de carácter sentimental.

No: nunca volveríamos a enamorarnos a la manera adolescente. Nunca volveríamos a prendarnos de una mujer sólo por lo que de ella contempláramos en un book de fotos o en una imagen cinematográfica. Pero lo hicimos. Volvimos a enamorarnos a la manera adolescente. Volvimos a soñar con una mujer sólo por un puñadito de imágenes recolectadas de cuatro revistas y unas cuantas webs. La culpa fue tuya, Olga Kurylenko. Fuiste tú, fantástica, sensual y bellísima chica bond, la que hiciste tambalear nuestros principios y nos hiciste caer a tus pies, rendidos de amor. Seguramente alegarás que no era tu intención enamorarnos. Que tú no querías convertirte en la mujer que nos enmaraña el sueño y nos lo llena de instantes que tan pronto exhalan un dulcísimo aroma a romanticismo como se vuelven la plasmación perfecta de todo lo que un hombre y una mujer pueden hacer juntos en una cama, en un sofá, sobre el suelo o encima de una mesa.

Alegarás todo eso, Olga Kurylenko, y culparás del efecto demoledor de tu belleza a tus ojos marrones verdosos, a tu cabellera marrón oscuro, a la languidez perfecta y sensual de tu figura, a tus pechos naturales en su justa medida de tamaño, a tus labios prometedores de besos y felaciones… Podrás acusar a lo que quieras, Olga Kurylenko. Podrás decir que no eres culpable de haber recibido de la Madre Naturaleza tantos dones de hermosura. Pero a nosotros esas excusas no nos servirán de nada. Podremos entenderlas, sí, pero ellas no bastarán para librarnos del efecto nocivo de esa ponzoña de amor que la contemplación de tu belleza habrá inoculado en nuestras venas.

Nosotros, Olga Kurylenko, siempre maldeciremos ese momento en que por vez primera atisbamos todas esas maravillas que tu cuerpo atesora en una imagen que bien nos pudo llegar desde la portada de revistas como Elle, Marie-Claire o Madame Figaro o desde algunos fotogramas de películas como Oblivion, L’Annulaire, Hitman, Quantum of Solace, La conspiración de noviembre, El maestro del agua o Un día perfecto. Fueron esas imágenes las que nos enamoraron, ellas las que nos hicieron soñar con Olga Kurylenko desnuda.

Desnuda te contemplamos, de hecho, en películas como L’Annulaire. Perviven en nuestra memoria las imágenes en que se veía tu desnudo casi integral (llevabas unos zapatos de tacón y estabas tumbada sobre el azulejo teselado de una especie de spa) y en el que mostrabas tu pubis recortadito y anhelado por todos nosotros. También perviven en nuestra memoria tus pezones erizados de placer, Olga Kurylenko, tus labios entreabiertos, la mano de Marc Barbé sobre tu coño, su cabeza hundiéndose en las humedades paradisíacas de tu vagina. Pervive todo eso enquistado en nosotros como pervive el rostro de tantos hombres que han disfrutado de la dicha de compartir película contigo. Tom Cruise, Pierce Brosman, Daniel Craig, Russell Crowe, Benicio del Toro o Tim Robins son algunos de ellos. Ellos han tenido la dicha de asistir desde la fila celo a tu viaje vital desde que eras una humilde y guapa chica ucraniana que viajaba a Moscú hasta convertirte en lo que eres hoy: el turbio y declarado objeto del deseo de hombres de todo el mundo.

La más guapa. La más deseada. La más sexy del cine actual. Todo eso dicen de ti, Olga Kurylenko, ucraniana de nacimiento y francesa de adopción, digna heredera de las grandes bellezas de la historia del cine, mujer que nos enloquece y nos hace soñar con noches inacabables de pasión y deseo. Basta contemplar cualquiera de las fotografías que de ti hemos coleccionado para sentir cómo se tambalean nuestros principios. Basta asomarse a la magnífica mezcla de belleza y erotismo que atesora tu rostro para sentirse perdidamente enamorado. Te maldecimos por ello, Olga Kurylenko. Te maldecimos por hacernos abjurar de nuestros principios y dejarnos ahí, en medio del camino, soñando lo imposible.

Por suerte hay mujeres que no se nos muestran tan inalcanzables y esquivas como tú te muestras, reina del papel maché y del celuloide o la imagen digital. Bellas como tú. Sensuales como tú. Ardientes como tú pareces ser. También eslavas, como tú. Chicas del Este que se convierten en la más perfecta, cariñosa y complaciente compañía para todos aquéllos que, como nosotros, se han prendado de una foto en la que tu belleza era la protagonista exclusiva. Esas chicas están ahí, esperando nuestra llamada. Para encontrarlas sólo hace falta bucear en el catálogo de chicas de Girlsbcn.tv y elegirlas. Al elegirlas a ellas será el placer el que nos toque con su varita mágica y nos convierta en protagonistas de los más ardientes y apasionados encuentros eróticos.

olga kurylenko

olga kurylenko hot

olga kurylenko tetas

olga kurylenko senos

olga kurylenko cachonda

Olga Kurylenko coño

olga kurylenko culo

olga kurylenko sexy

olga kurylenko pechos