Sexo libre sin ser hippie
Sexo libre dentro de una comuna. La idea puede parecer muy hippie y muy propia de los años setenta del pasado siglo. La podemos asociar, sin demasiado esfuerzo, a una escenografía construida a base de blusas floreadas, largas melenas, guitarras salpicando el aire con acordes de canciones de Janis Joplin o Bob Dylan, columnas de humo impregnando el ambiente con el aroma seco y agreste de la marihuana y parejas entrelazadas e intercambiables haciendo el amor y no la guerra. Todos somos herederos de nuestros mitos y el mito de lo hippie nos lleva, una y otra vez a una granja de 240 hectáreas ubicada en el estado de Nueva York y en la que, entre el 15 y el 18 de agosto de 1969, se celebró el mítico Festival de Woodstock.
Pero el sexo libre dentro de una comuna no nació allí ni por aquellos tiempos. No fueron los hippies californianos quienes inventaron lo del sexo sin límites dentro de una comunidad de inspiración casi teológica y vocación autosuficiente. En cierto modo, lo que los hippies pretendían poner en práctica ya había sido ensayado un siglo antes y lo había sido en el mismo estado en el que se celebró el Festival de Woodstock.
Fue precisamente en el estado de Nueva York donde el teólogo socialista John Humphrey Noyes fundó la comunidad utópica Oneida, una comunidad que, vista con nuestra mirada actual, tenía algo de secta, y que estaba hecha a imagen y semejanza de las ideas teológicas de John Humphrey Noyes. Noyes, que había estudiado teología en diversas universidades estadounidenses (la Yale Divinity School entre ellas), desarrolló una nueva teoría a la que se llamó Perfeccionismo y que se fundamentaba en una idea: la inexistencia del concepto de pecado. El concepto de pecado, sostenía Noyes, era un concepto erróneo. Si el hombre tenía una voluntad independiente, afirmaba, era porque Dios le había concedido la capacidad de tenerla. Así, esa voluntad independiente tenía, en esencia, un carácter divino.
No hace falta decir que las ideas de Noyes fueron tenidas por heréticas. Yale, sin ir más lejos, retiró a Noyes la licencia para predicar cuando, en febrero de 1834, se autoproclamó “Perfecto y libre de pecado”.
La prohibición de Yale no importó demasiado a John Humphrey Noyes. En Putney (Vermont), Noyes siguió predicando sus ideas. Más allá de la vertiente teológica de las mismas, en las teorías de John Humphrey Noyes hay que destacar, también, aquéllas que hacen referencia a cómo deben mantenerse las relaciones sexuales dentro de una comunidad de este tipo.
La continencia masculina
Las relaciones sexuales y el resultado de las mismas figuraban entre las preocupaciones principales de John Humphrey Noyes. Sus circunstancias personales habían hecho que fuera así. Casado en 1838, Noyes mantuvo relaciones sexuales con su esposa utilizando los métodos anticonceptivos existentes en la época. ¿El resultado? Cinco partos en los primeros seis años de matrimonio. Todos esos partos fueron prematuros y sólo uno de ellos dio fruto.
Noyes no quería que su mujer volviera a quedar embarazada pero, al mismo tiempo, quería seguir manteniendo relaciones sexuales con ella. ¿Cómo lograrlo? Optó por eludir las relaciones sexuales temporalmente y hasta que encontrara un nuevo método que le permitiera gozar de la sexualidad sin para ello tener que pagar el peaje de un nuevo embarazo de su mujer. Tras investigar, John Humphrey Noyes encontró la solución en algo que, aunque podía parecer novedoso, no lo era en absoluto: el control del orgasmo y la eyaculación, algo que las centenarias enseñanzas tántricas ya recogían.
John Humphrey Noyes expuso sus ideas sobre el control del orgasmo en un folleto al que tituló Continencia masculina o dominio de sí mismo en el coito. En dicho folleto Noyes exponía sus ideas principales sobre la sexualidad. La principal de entre todas ellas, la diferenciación entre orgasmo y eyaculación. Se puede disfrutar del orgasmo sin eyacular y es a eso hacia lo que debe tender la relación sexual. Para John Humphrey Noyes, la continencia masculina era necesaria. Por un lado, impedía embarazos no deseados. Por otro, vedaba que el hombre malgastara el fluido seminal. Para conseguirlo, apuntaba Noyes, el hombre debía inhibir el deseo sexual antes del momento cumbre de la fase meseta en su proceso de excitación sexual.
El control de la eyaculación o continencia masculina, afirmaba Noyes, servía para aumentar el placer experimentado durante las relaciones sexuales y revertía positivamente en el placer experimentado por la mujer. Una vida sexual más rica siempre produciría, sostenía Noyes, un mayor bienestar emocional y físico. Un mundo mejor.
Esta manera de practicar el sexo fue la que se impuso en Oneida, lo que fue la comunidad fundada por John Humphrey Noyes en el estado de Nueva York años después de que en Putney fundara la Escuela Bíblica, germen original de la comuna. De Putney tuvo que marchar Noyes con el rabo entre las piernas (y casi nunca mejor dicho): había sido acusado de infidelidad. Y eso, en aquellos años y aquella sociedad tan puritana, era una grave acusación.
El matrimonio complejo
Oneida fue creada en 1848, doce años después de que Noyes fundara la Escuela Bíblica de Putney, y se basaba en un principio fundamental: los hombres y las mujeres que formaban parte de esta comuna o falansterio de inspiración utópico-sexual podían compartir el disfrute sexual sin formar entre ellos y ellas parejas exclusivas. Algo así como ese amor libre que tan popular hicieron los hippies. En Oneida imperaba lo que se dio en llamar “matrimonio complejo” y que, en lenguaje hippie, podríamos denominar “amor pseudo-libre”.
¿Hacían mucho el amor en Oneida? Parecer ser que sí. Se dice que la mayor parte de las mujeres de la comuna tenían tres parejas sexuales diferentes a la semana y que las más jóvenes y activas sexualmente podían, incluso, gozar de la compañía de un amante diferente cada día. Sin duda, la consideración de la mujer era, en Oneida, superior a la que tenían habitualmente las mujeres de la época. En Oneida, la mujer no estaba para cuidar al marido y los hijos. En Oneida, el sexo no era para la mujer un camino destinado única y exclusivamente a la procreación o a satisfacer sexualmente al marido. Por otro lado, las mujeres eran, en Oneida, jurídicamente iguales a los hombres y participaban de manera activa en la toma de decisiones en las reuniones comunitarias.
De Oneida se ha hablado como de una experiencia de “comunismo bíblico”. Los hombres y las mujeres podían, de manera libre, expresar su deseo de mantener relaciones sexuales y los hijos e hijas que nacían en Oneida eran vistos como hijos de todos y de todas. Eso sí: los hijos debían ser buscados. Es decir: se debía procurar, en la medida de lo posible, que en Oneida no nacieran más niños y niñas de los que las posibilidades económicas de la comuna podían permitir. Los archivos de Oneida, abiertos en 1993, revelan que, en los 20 años que duró este experimento comunal, sólo se produjeron una docena de embarazos no deseados.
Los archivos de Oneida también han desvelado que a finales de la década de los sesenta se introdujo una normativa en Oneida según la cual los miembros de la comuna debían exponer a un comité su voluntad de ser padre o madre. Hecha la solicitud de permiso, era el mismo comité quien decidía no sólo si se podía tener ese hijo o no sino también con quién. Nacido el hijo, la crianza del mismo se realizaba en Oneida de una forma comunitaria. Una vez finalizada la lactancia, el niño vivía en la Children’s House. Era ahí donde el niño era educado, donde recibía atenciones, donde jugaba y donde hacía ejercicio. Era ahí donde el niño crecía.
Oneida: del comunismo al capitalismo
El fin de Oneida estuvo estrechamente ligado a una controvertida decisión de John Humphrey Noyes. Ya anciano, Noyes quiso transferir el liderazgo de Oneida a su hijo Teodore. Teodore, agnóstico, no era bien visto por muchos miembros de Oneida. Esto empezó a disgregar al grupo y a hacer que brotaran las diferentes facciones que se habían ido formando en su seno. Además, John Humphrey Noyes fue acusado de violación desde el exterior de la comuna. Eso le obligó a huir a Canadá. Desde allí escribió a sus seguidores. En su carta, Noyes expuso una idea que parecía rebatir todas sus tesis anteriores. “Quizás sería conveniente abandonar el matrimonio complejo”, escribió Noyes. La idea cuajó y muchos miembros de Oneida decidieron casarse con sus enamorados y enamoradas y abandonar aquel tiempo de promiscuidad consentida. Es decir: acabó cuajando la relación tradicional entre hombre y mujer.
En 1880, en el seno de Oneida se creó una comisión destinada a decidir si se debía seguir viviendo como hasta entonces. La decisión sorprende por su carácter eminentemente capitalista. Lo que había sido una comuna prácticamente comunista se convirtió en Oneida Limited, una de las primeras sociedades anónimas que se fundaron en los Estados Unidos. Pierrepont, nieto de Noyes, orientó la Oneida Limited hacia la producción fabril. Abrió una fábrica en Niágara Falls y dedicó la Oneida Limited a la fabricación de unas lujosas cucharas de plata que se hicieron muy populares en todos los Estados Unidos y que convirtieron a lo que había sido una comuna utópica en una saneada y poderosa económicamente empresa americana. Atrás quedaba definitivamente el tiempo en el que John Humphrey Noyes había decidido crear una comuna en la que había de imperar el amor y el sexo libres sobre los terrenos que, en el estado de Nueva York, habían sido propiedad de los indios oneida, integrantes de la Confederación Iroquesa y aliados de los colonos durante la Guerra de la Independencia.