Revolución en el porno
No siempre las industrias, sean del ramo que sean, se amoldan conveniente y rápidamente a los efectos de toda revolución. Y la revolución sin duda más drástica e importante experimentada a nivel mundial durante los últimos años ha sido la gran eclosión de internet. Internet nos ha cambiado la vida. Ya no vamos (o al menos no obligatoriamente) a las agencias de viaje para programar nuestras vacaciones, comprar nuestros billetes de avión o reservar nuestras habitaciones de hotel. Ya no tenemos que guardar cola ante una ventanilla de RENFE para comprar un billete de AVE ni necesitamos desplazarnos a la Hemeroteca de nuestra ciudad para consultar un diario atrasado. Internet ha cambiado gran parte de nuestras costumbres y muchos usos sociales, habituales hasta hace no demasiado, han quedado obsoletos.
Por ejemplo: hace unos años, si queríamos contemplar porno, debíamos contratar el Canal + o comprar un DVD en algún sexshop o en el mismo quiosco de la esquina en que compramos el diario, el Lecturas, el Cuore o el coleccionable Disney de turno para los peques de la casa. Ahora, si queremos contemplar porno sólo tenemos que hacer una cosa: conectarnos a la red y abrir cualquiera de las webs que nos ofrecen gratuitamente porno en streaming. Ahí tenemos, a uno o dos golpes de clic, todo el sexo que queramos contemplar practicado en todas sus variantes. Sin duda, esta posibilidad de poder disfrutar en cualquier momento de una oferta tan amplia de contenido sexual ha supuesto un duro mazazo contra la industria del porno más tradicional, es decir, contra aquella que centraba su actividad en la realización de películas que, en DVD, podían ser adquiridas en sexshops, quioscos, por correo, etc.
La industria del porno, pues, ha tenido que amoldarse a estos cambios. Y la que no lo ha hecho ha muerto en el intento de mantenerse fiel a unas raíces que, de puro podridas, ya no podían nutrir al árbol al que debían nutrir. Después de todo, los cambios siempre dejan sus cadáveres en la industria. Y si esa industria en particular no es lo bastante sólida como para resistir la embestida de los tiempos, la muerte de la misma está cantada.
Porno en streaming español
¿Cómo ha evolucionado la industria pornográfica española en estos tiempos de revolución digital? Lentamente. No con toda la agilidad que sería deseable. Y eso, claro, ha dejado sus cadáveres. Pero, poco a poco, la industria española ha ido creando sus propias plataformas y, con ellas, y con los trabajos realizados de la manera más tradicional en DVD, su propio y casero star system. Nombres como los de Medusa, Apolonia Lapiedra, Aris Dark o Carolina Abril se suman a los ya clásicos de Sara Mai, Rebeca Linares, Toni Ribas y, por supuesto, Nacho Vidal, para dar lustre al porno español.
El star system del porno español, sin embargo, no puede ser comparado al de industrias como la estadounidense. Allí, los premios de la AVN, los llamados Oscar del cine X, son un acontecimiento anual. Aquí, la industria porno española debe conformarse con el loable empeño de varios salones eróticos de los que de tanto en tanto damos cuenta aquí. Uno de esos salones eróticos es el de Barcelona. Otros, los de Valencia o Murcia. En ello se premian a las mejores producciones del año. Con un mercado tan reducido como el español, los premios siempre recaen en un número muy limitado empresas que acaban atesorando todos los galardones.
El triunfo del porno en streaming ha hecho que deban buscarse nuevas fuentes de financiación para poder costear el coste de la producción del porno español. En la actualidad, la principal fuente de financiación de las plataformas de porno español se basa en el uso de las webcams. La webcam permite interactuar con actrices o modelos porno en directo. Los vídeos porno, pues, son el anzuelo que utilizan las promotoras porno para atraer público hacia las webcams. Es ahí, de esas webcams, de donde salen muchas de las actrices que actualmente nutren el porno español.
Si buscamos otra cantera de la que se nutre la industria del porno español la encontraremos lo que popularmente se conoce como telebasura. Personajes aparecidos en programas como Mujeres y hombres y viceversa (Telecinco) o ¿Quién quiere casarse con mi hijo? han acabado engrosando la lista de actores y actrices porno o, al revés, se han servido de su aparición en dichos programas para reforzar sus cachés como tales. Aris Dark, por ejemplo, sería uno de estos últimos casos. Camil Core, Ana Marco y Raquel Abril, por su parte, habrían realizado el camino inverso.
¿Cuánto cobra una actriz porno española? Según ha declarado en algún medio de comunicación Daniel Casado, responsable de contenidos de Cumlouder, una de las web porno españolas de más acreditado prestigio, una actriz porno cobra, en estas plataformas de porno en streaming, entre 250 y 200 euros en la primera escena, unos 300 o 350 en las siguientes y 400 o 500 si tienen potencial. Las escenas de sexo anal están mejor pagadas, al igual que aquéllas en las que participa más de un hombre.
El escándalo Torbe
El mundo de la industria porno española se ha visto agitado en los últimos meses por la detención de Ignacio Allende Fernández, alias “Torbe”, fundador y propietario de Puta Locura, la web más popular de entre todas las webs españolas dedicadas al porno. Torbe fue acusado en el momento de su detención de abusos sexuales a menores (él mismo era el actor que protagonizaba las escenas que aparecían en su web) y de distribución de pornografía infantil.
Según se ha desprendido de la investigación, Torbe reclutaba presuntamente a parte de su elenco de actrices para porno español en streaming en Ucrania y gracias a su relación con un ciudadano ucraniano que, según se ha publicado en la prensa española, pudiera ser el cerebro de una organización de trata de menores.
Lógicamente, el asunto Torbe, de confirmarse las acusaciones, no es ni debe ser representativo del modo de funcionamiento de la industria del porno española. A ella, después de todo, debemos un sinfín de muy excitantes imágenes. No en vano, es una industria que, pese a no poseer el glamour y la musculatura de la industria del porno norteamericana, tiene ya un siglo a sus espaldas. En los años veinte del pasado siglo, sin ir más lejos, los hermanos Ricardo y Ramón Baños, dueños de la productora barcelonesa Royal Films, rodaron, sirviéndose de prostitutas del Barrio Chino barcelonés, una serie de cortometrajes que, al parecer, eran encargados por el Conde de Romanones en nombre del Rey Alfonso XIII. Desde entonces, nombres de directores como José María Ponce (considerado el padre del porno español) o Antonio Marcos, entre otros, no han hecho sino luchar porque la industria del porno español no dejara de aportar títulos de calidad al género.