Pintura erótica rusa
Cuando se habla del desnudo femenino en el arte la mayoría de la gente piensa en obras pictóricas o fotográficas realizadas por un artista de género masculino. Surgen nombres como los de Rubens, Coubert o Modigliani al hablar de pintura y como los de Helmut Newton, Jan Saudek o Jeanloup Sieff al hacerlo sobre el seductor y mágico arte de la fotografía. Al actuar de ese modo, la mayor parte de nosotros cometemos un doble pecado. El primero es de ignorancia. El segundo, derivado del primero, es de discriminación de género. Son muchas las artistas femeninas que han prestado atención al cuerpo de la mujer para elaborar bellísimas obras de arte en las que el erotismo se convierte en protagonista absoluto del lienzo, la cartulina o el papel fotográfico. Uno de esos nombres de artistas injustamente desconocidas y autoras de una obra tan bella como erótica es el de Zinaida Serebriakova.
Basta observar un desnudo pintado por Serebriakova para constatar hasta qué punto el cuerpo de la mujer, erótico de por sí, puede adquirir una sensualidad especial visto y dibujado o pintado por la mano mágica de una gran artista.
Nacida en Ucrania en 1884, Zinaida Serebriakova pertenecía a una familia vinculada al mundo del arte. Con un abuelo arquitecto, un padre escultor y unos hermanos dedicados de una forma u otra también al mundo del arte, Zinaida parecía predestinada a ser artista. Sus tempranos estudios y sus primeras obras así lo demostraron. Zinaida estaba especialmente dotada para realizar una pintura centrada en el retrato y en los temas populares.
El estallido de la revolución rusa supuso un duro golpe para su familia, que perdió su anterior status social. A Serebriakova el triunfo de la revolución bolchevique le supuso el alejamiento de sus anteriores círculos profesionales y de sus anteriores temas. Empezó a trabajar en círculos cercanos al mundo del teatro y ahí empezó a realizar dibujos con lápices de colores y carbón (no disponía de óleo) en los que se plasmaba el mundo del teatro y de las bailarinas. Que esos dibujos recuerdan al mejor Degas es algo que se ha recalcado en más de una ocasión. La comparación no hace otra cosa que recalcar, sin duda, la calidad artística de la pintora ucraniana.
Será esa calidad la que le permitirá ser invitada a París en 1924 para participar en un mural. Una vez en la capital francesa, Zinaida no regresó a la Unión Soviética. Allí se estableció y allí desarrolló gran parte de su obra. Su viaje a Marruecos, realizado entre 1928 y 2930, aportó nuevos temas a su pintura y un nuevo colorido. La luz, que había marchado de sus cuadros tras el triunfo de la revolución de Octubre, volvió definitivamente a su obra.
En 1947 adquirió la nacionalidad francesa. El suave deshielo que supuso la llegada de Nikita Jruschov al poder en la URSS permitió que, en 1966, se realizara una gran muestra de la obra de Serebriakova en Moscú, San Petersburgo y Kiev. Un año después, fallecía la artista ucraniana.
Tras ella dejaba una impresionante obra llena de calor y emotividad. La obra de Zinaida Serebriakova, casi expresionista, es un derroche de sutileza y erotismo. Éste se hace especialmente patente en los desnudos femeninos. En la obra de la artista ucraniana se observan mujeres que, lánguidamente, se bañan, descansan o duermen, y que exhiben su desnudez con una naturalidad tan aplastante como erotizante.
Hay quien ha afirmado que esas mujeres poseen en su inmensa mayoría un rostro que recuerda a una misma persona. Ese rostro, se comenta, sería el de la propia Serebriakova, por eso la inmensa mayoría de las mujeres retratadas por la artista ucraniana nos hace pensar en mujeres rusas desnudas. Contemplamos a esas mujeres del este desnudas maravillados por la técnica apasionada y cálida de Serebriakova y dejamos que nuestra imaginación vuele hacia un lugar indecible en el que mujeres rusas desnudas nos brindan la espléndida belleza de su cuerpo desnudo y la excitante sensualidad de sus caricias.