La suicide girl de Interviú
Ni siquiera se había redactado la Constitución española cuando Antonio Asensio fundó Interviú, un semanario que se ha convertido en historia viva e ineludible de la prensa española. De hecho, cuando Antonio Asensio fundó Interviú apenas hacía unos meses que el corazón de Francisco Franco había dejado de latir. Ni la democracia había llegado ni la dictadura se había ido del todo. De hecho seguía ahí, en los despachos ministeriales, en los ascuartelamientos y en las comisarías, dejando alrededor suyo su inconfundible aliento a cloaca.
Era el 22 de mayo de 1976 cuando la primera portada de Interviú ocupó un espacio más o menos preferencial en los quioscos de toda España. Esta revista, germen de lo que sería uno de los grandes grupos empresariales de comunicación españoles, el Grupo Zeta, era la primera revista española que, más allá de su objetivo de convertirse en una revista de investigación periodística de referencia, mostraba en su portada, y con el descarado objetivo de aumentar el atractivo lúdico de la publicación, a una mujer en topless. Con las tetas al aire, vamos.
La primera mujer que apareció en la portada de Interviú luciendo el esplendor de sus domingas era una mujer desconocida, una modelo llamada a atraer la mirada desacostumbrada al desnudo femenino de aquel españolito de los años setenta que, un poco a trompicones, un poco a contrapié, empezaba a quitarse la caperuza de gazmoñería que el franquismo había colocado sobre su cabeza durante casi cuarenta años de puritanismo melindroso e hipócrita.
Tras aquella primera mujer que exhibió la belleza y el descaro de sus tetas preconstitucionales en la portada de la nueva revista vinieron muchas otras mujeres, algunas muy populares. Desde Marisol a Belén Esteban, pasando por Lola Flores, Marta Sánchez, Elsa Pataky o Bibí Andersen, por citar sólo unas cuántas, son muchas las mujeres que, en algún momento de la historia de Interviú, han dejado en su portada la impronta, unas veces espectacular, siempre llamativa, de sus pechos más o menos blancuzcos, más o menos morenos.
Gracias a Yuxi, una de las últimas mujeres en aparecer en la primera plana del afamado semanario, hemos caído en la cuenta de que había un tipo de erotismo del que no habíamos hablado en esta sección y que cada vez va teniendo más adeptos entre la juventud (y no tan juventud) española. Ese erotismo, cercano en ciertos aspectos a la iconografía del cómic, es el representado por todas aquellas jóvenes que, apenas salidas de la adolescencia, apenas subidas al furgón de la primera juventud, forman parte del movimiento de las “suicide girls”.
Un erotismo entre el cómic y la lolita
¿Quiénes son las suicide girls? ¿De dónde proviene su nombre? ¿Cómo nacieron? ¿Cuáles son sus características principales?
Para contestar a estas preguntas no hay nada como remontarse al momento de la fundación de Suicide Girls, una página web que, desde una orientación cercana al alt porn o porno alternativo, se ha convertido, desde que se fundara en 2001 en Portland, Oregón, en una especie de comunidad en la que los usuarios intercambian mensajes y blogs y que engloba a más de seis millones de fans de Facebook, cinco de Instagram y 377.000 de Twitter.
¿Qué ofrece Suicide Girls para haber alcanzado dicho nivel de popularidad? En sentido estricto, fotos de casi tres mil chicas con un look muy característico: cabellos tintados de manera fantasiosa (azules, fucsias, verdes, violetas…), mucho tatuaje, una imagen sensualmente agresiva, piercings y una edad que ronda entre los 18 y los 28 años. El usuario de Suicide Girls paga su suscripción a la web para tener acceso a fotos, a perfiles y, con ello, permitirse la posibilidad de mantener contacto mediante mensajes privados con las chicas que colocan sus imágenes en la web. Este sistema de funcionamiento puede hacer pensar en un usuario mayoritariamente masculino, pero no es así. La mitad de los suscriptores de Suicide Girls son mujeres.
Las suicide girls son chicas que no encajan en las subculturas convencionales, mujeres recién salidas de la adolescencia que, sin experiencia como modelos, aparecen desnudas en actitudes más sensuales que pornográficas y que, en cierto modo, podrían servir como homenaje a las pin-ups de los años cincuenta. Tras la actitud y la pose de una suicide girl planea, de alguna manera, la sombra alargada y eterna de Bettie Page.
Las suicide girls tienen un look que, bebiendo de lo rockero, de lo gótico y del punk más light, se asemeja a una especie de dibujo de cómic en el que la mujer utilizara su erotismo para imponer sus normas y su fortaleza.
Hay algo turbador en el desnudo de las suicide girls y ese algo turbador viene dando por la ninfa que, en muchos casos, parece empeñarse en no abandonar el cuerpo de esas jóvenes. Las suicide girls, muchas suicide girls, parecen no haber llegado todavía a ese punto de la edad adulta en el que cualquier pensamiento obsceno de quien las mira nace libre de pecado y de culpa, desprovisto de esa especie de vergüenza que puede causar el sentir cómo el deseo despierta y alza su lanza de guerra ante la contemplación del desnudo de alguien tal vez demasiado joven.
Una suicide girl es, en el fondo en el fondo, una lolita que, buscando un lugar en el mundo y reclamando un espacio en un universo mediatizado por el poder de la imagen y por las redes sociales, se hubiera prestado a servir de cobaya a los delirios estilísticos de una peluquera que, padeciendo un sueño lisérgico, hubiera decidido experimentar con su paleta de tintes. Una heredera light de las punks de los setenta. Una rockera escapada al hábito de la litrona, el concierto y el mechero encendido para caldear el ambiente mientras suena en los altavoces la balada de turno. Una gótica descafeinada que no acaba de escapar del todo a la morbosa atracción de los cementerios y al mito de Drácula, el maldito de la noche, el proscrito de la sociedad que sella su amor eterno con un pacto de sangre. Todo eso es, en cierto modo, una suicide girl. Algo excitante, desde luego. Y tentador como sólo puede serlo la carne joven y desnuda.
Suicide Girls muestra jóvenes desnudas, pero rechaza cualquier tipo de imagen que muestre una penetración. El límite entre lo eróticamente permitido y lo prohibido es, sin embargo, un límite nebuloso. Imágenes que en su tiempo figuraron en Suicide Girls tuvieron que ser borradas de la web. Algunas de ellas tenían resonancias fetichistas, otras remitían al sadomasoquismo, las había que mostraban sangre o armas. Las imágenes de Suicide Girls han avanzado progresivamente de lo que podía ser sexualmente explícito a lo que es más directamente sensual y lejanamente artístico. Todo ello envuelto en una retórica pro-feminista que escoge la vertiente sensual de la mujer como instrumento de dominio de la misma.
Entre las suicide girls hay nombres que han hecho fortuna y que se han convertido en referentes ineludibles de este movimiento. Nombres como Radeo, Moon, Chad, Peggy Sue, Riae o Irenella han servido como foco de atracción para muchas otras chicas de todos los rincones del mundo que han encontrado en Suicide Girls un camino para dar una respuesta a sus inquietudes. Yuxi, por ejemplo, la suicide girl más famosa de España y protagonista de la portada de Interviú a la que nos hemos referido al inicio de este artículo, asegura haber encontrado en el universo suicide girl el tipo de modelaje que estaba buscando. Saria, por su parte, afirma que Suicide Girls ha sido para ella un instrumento muy útil a la hora de superar los conflictos que mantenía con su propio cuerpo. Los de Saria y Yuxi son, junto al de Fridah, tres de los nombres que dejan constancia del progresivo aumento de seguidores de Suicide Girls en España.