De Tamara de Lempicka, artista nacida en mayo de 1898 en Varsovia y fallecida casi 82 años después en Cuernavaca (México), se ha dicho en muchas ocasiones que era la reina del art déco y una pintora asociada a los términos glamour, sofisticación, originalidad e inconformismo. Si hemos decidido dedicar un artículo a esta pintora polaca en este espacio dedicado al erotismo en sus múltiples formas de expresión es porque gran parte de la obra de esta excepcional y originalísima artista estuvo dedicada al erotismo y, más concretamente, al erotismo tintado de un cierto aliento lésbico.
Nacida en el seno de una familia acaudalada, Tamara de Lempicka pudo, desde bien joven, aventurarse en experimentaciones pictóricas. El haber nacido en una familia bien situada económicamente le permitió, por ejemplo, viajar a Italia cuando apenas tenía 13 años de edad. Lo hizo con su abuela y fue precisamente en ese viaje cuando Tamara descubrió su fascinación por el arte y cuando decidió que su vida debía estar ligada a él. Tras ese deslumbramiento, Tamara de Lempicka, aprovechándose de su privilegiada situación, viajó por toda Europa y asistió a algunas de las mejores academias de arte del momento. La Académie Ranson y la Académie de la Grande Chaumière fueron, solamente, dos de esas academias.
Desde sus primeros cuadros, y tras haberse casado en 1918 con Tadeusz Lempicki, de quien tomó el apellido (Tamara de Lempicka se llamaba en verdad Maria Gurwik-Górska), se puede percibir un estilo original, muy influenciado por el cubismo, en el que los volúmenes llenan todo el lienzo y en el que, en muchas ocasiones, la parte superior de la cabeza de las figuras que aparecen él aparece cortada. El matrimonio con Tadeusz Lempicki, con quien tuvo que huir debido a las amenazas bolcheviques, primero a Copenhague y después a París, duró once años. Fruto de dicho matrimonio fue el nacimiento de Kizette, única hija de ambos.
Tras su divorcio de Tadeusz Lempicki, Tamara de Lempicka se casó en 1933 con un coleccionista de su obra, el barón húngaro Raoul Kuffner de Diószegh, con quien había viajado a Estados Unidos. Este nuevo matrimonio con un hombre no impidió que la pintora polaca siguiera cultivando múltiples amistades femeninas. Con muchas de ellas, además, mantenía relaciones sexuales. Y es que Tamara de Lempicka, que se paseó por la alta sociedad de las más grandes capitales del mundo, no sabía de tabúes y era declaradamente bisexual, lo que dejaba traslucir en su obra. Eso sí: si tuviéramos que realizar una estadística sobre los y las protagonistas de los cuadros de la pintora polaca veríamos cómo el porcentaje de desnudos y retratos femeninos es muy superior al de desnudos y retratos masculinos.
Feminidad bajo la óptica de Lempicka
Sobre los cuadros y el estilo de Tamara de Lempicka hay que decir que son el resultado de múltiples influencias estilísticas pasadas por el tamiz particular de la mirada de la artista. En las obras de Tamara de Lempicka podemos encontrar, como ya se ha dicho, influencias del cubismo que durante el primer tercio del siglo XX se estaba desarrollando en París y en Rusia, pero también del neoclasicismo de Ingres, del manierismo, del barroco italiano, de pintores renacentistas como Botticelli o, incluso, de la estética de la publicidad y el grafismo del Hollywood dorado.
En los cuadros de Tamara de Lempicka encontramos retratado un tipo de mujer voluptuoso y sensual. Las mujeres pintadas por Tamara de Lempicka son mujeres de formas redondeadas y labios rojos y apasionados. La sombra de ojos y los cabellos brillantes son, también, algunas de las características que caracterizan a las mujeres retratadas por Lempicka. Mujeres de pelo corto, cuello grueso y ojos pequeños se convierten, en algún que otro cuadro, en amazonas que simbolizan, de alguna manera, lo lésbico.
Los cuerpos pintados por Tamara de Lempicka adoptan posturas poco naturales (cabezas ladeadas, troncos distorsionados, manos que ejecutan gestos extraños…), posturas que, en ocasiones, recuerdan a pinturas del Renacimiento. Al mismo tiempo, las miradas de las mujeres pintadas por Tamara de Lempicka son miradas que pocas veces se dirigen al espectador. Esas mujeres, en cierto modo, se bastan y se sobran a ellas solas.
La estética perfectamente reconocible de los cuadros de Tamara de Lempicka ha sido muy apreciada a lo largo de los años, son muchas las exposiciones que se han hecho con su obra y son muchas las celebrities que han presumido de poseer alguna de sus obras. De Madonna, por ejemplo, al igual que de Jack Nicholson o de Barbra Streisand, se dice que colecciona cuadros de la famosa pintora polaca.
Nosotros hemos querido rendir aquí homenaje al erotismo de su pintura, a su visión liberadora e única de la feminidad y a su defensa activa y vital de la libertad de la mujer a la hora de vivir su sexualidad.